©℗®™ 7 Junio 2015


Prácticamente Perfectos en Cualquier Sentido… o quizá no

desarrollo y aacc

A principios de la década de 1840 un joven y ambicioso astrónomo belga, Adolphe Quetelet, admirador de Isaac Newton, encontró la fama aplicando las leyes naturales que explican el Universo para explicar también al «individuo». Nace con él el «averegianismo» o la era de explicar y medir todo, en relación a la «media». Apenas medio siglo después, Galton usaría este modelo para explicar que la sociedad se dividía en 3 estamentos: El hombre medio, el hombre eminente y el hombre «imbécil» como él lo describiría (1).

A lo largo y ancho del planeta, gobiernos de todas las tendencias adoptarían este modelo -junto a otras influencias- para organizar la escuela en torno al «alumno medio» y con el objetivo de que el sistema segregara por sí mismo a aquellos considerados «por encima» (eminentes) o «por debajo» de la media (imbéciles).

Galton defendía que una persona que estuviera en algún área por encima de la media, lo estaría también en cualquier otro ámbito. Así, las primeras ideas sobre inteligencia y «alumnos excelentes» proponían que aquellos con un nivel de inteligencia superior, serían también superiores en prácticamente todas las áreas y en el resto de dimensiones de su personalidad y carácter: valores morales y éticos, organización y responsabilidad, gestión emocional y habilidades sociales, liderazgo y asertividad, comunicación y expresión verbal, incluso salud, habilidades, desarrollo y aspecto físico(1).

Supone una concepción unidimensional del individuo y la creencia de que nuestras aptitudes y cualidades correlacionan entre sí. Es una teoría que, a pesar de que los estudios realizados han demostrado, una y otra vez, la falsedad de esta premisa, -la correlación entre nuestras aptitudes cognitivas es baja, también lo es la correlación entre nuestras aptitudes físicas (1)-, ha guiado la educación hasta nuestros días. Docentes y familias esperamos que nuestros alumnos e hijos con alta capacidad sean «prácticamente perfectos en cualquier sentido», en cualquier contexto, bajo cualquier circunstancia.

Hoy todavía se pueden encontrar, en algunos departamentos de orientación, valoraciones que tienen en cuenta la talla del alumno, su nivel de asertividad o liderazgo, su destreza física y artística, su caligrafía y limpieza en sus trabajos, o su capacidad de auto-organización temporal para considerar si ese alumno tiene un mayor potencial de aprendizaje al que habría que responder.

Muchos de ellos muestran este rendimiento superior a la media en todas las áreas y una elevada autonomía durante los primeros años de primaria, cuando el reto está aún por debajo de su capacidad, y por eso, creemos, que no necesitan ayuda. Creemos que esa será la senda que guíe su desarrollo a lo largo de toda su vida: Una línea ascendente que nunca se quiebra.

Sin embargo, las altas capacidades durante la infancia y la juventud, no nos hablan de «ser», sino del potencial de llegar a ser (Javier Tourón). En este camino, nuestros hijos necesitan desarrollar estrategias y actitudes que les ayuden a transformar su potencial en logros a la altura de su capacidad (mentalidad de crecimiento). Este proceso continuo de transformación y desarrollo es lo que construye un sentimiento de competencia positivo, el sentimiento de «valer». (Erik Erikson: Explorer of Identity and the Life Cycle. Richard Stevens. Ed. Bloomsbury. 2008)

¿Cómo ayudarles a desarrollar una mentalidad de crecimiento?

Las investigaciones realizadas y la observación de la experiencia, tanto dentro del campo de la psicología, como modelos de desarrollo del talento en el deporte, la ciencia, el arte, la música o la empresa, dejan muy claras las conclusiones.

Obtener logros a la altura de nuestra capacidad importa, no por un sentido de «utilidad», sino por un profundo sentido humanista: el desarrollo de nuestro potencial es la base de nuestra autoestima y felicidad (A. Maslow)

Para obtener esos logros, el potencial no es suficiente. Las personas necesitan desarrollar sus fortalezas personales y una férrea mentalidad de crecimiento (2), que son, en última instancia, las responsables de que el potencial se transforme en logros, que a su vez generan una experiencia positiva que nos anima a continuar. Es un proceso a lo largo de toda la vida, que nunca se ve colmado. Que puede cambiar de objetivo o intensidad, pero que nos empuja a crecer en cualquiera que sea la dirección que nos fijamos en cada etapa de nuestra vida.

Cuando hablamos de logros muchos imaginan una vida de sacrificio dedicada a un único fin supremo. Un Premio Nobel o una Medalla Olímpica. Para algunos esa será su meta, para otros lo será crear una microempresa, graduarse en biología celular, ser un reportero aventurero o dibujar cómics Manga. No es labor del educador juzgar los objetivos que cada uno de nuestros hijos o estudiantes se propone en la vida. Tampoco lo es limitarlos.

¿Cómo limitamos el desarrollo de sus fortalezas?

Limitar este desarrollo es más fácil de lo que parece. Basta con no hacer nada. Basta con creer, como lo creían Galton, sus contemporáneos y todos los que han heredado sus falsas creencias, nunca demostradas y mil veces refutadas científicamente (1), que los alumnos con alta capacidad, son excelentes en todas las áreas, que no necesitan ayuda, y que desarrollan todas sus fortalezas y capacidades, por sí mismos. Basta con creer que, cuando ésto no es así, simplemente han decidido procrastinar. Son vagos.

Es suficiente con pensar que no necesitamos una identificación precoz, porque lo importante en esa etapa es que sean «niños». Que más tarde, ya identificados, no necesitamos actuar y ofrecerles un mayor nivel de reto, o dilatamos la decisión de flexibilizar de curso, porque lo importante entonces es que «socialicen«. Basta con creer que la escuela tiene el sagrado deber de eliminar las diferencias y, por tanto, sacrificar el desarrollo de unos alumnos en «favor» de otros, y utilizarlos para «compensar» los grupos o «enseñar» a sus compañeros -a pesar de que lo único que se consigue, siempre, es igualar hacia abajo-.

Limitar el desarrollo del potencial de todos los alumnos, y, en especial, de los más capaces, es tan fácil como seguir haciendo lo que estamos haciendo. Trabajar y poner todo nuestro esfuerzo como educadores, en programar nuestras clases al milímetro, pautando cada avance en el aprendizaje, para que todos los alumnos avancen al mismo tiempo, del mismo modo, por el mismo camino que busca que el alumno, escuche, repita y recuerde la información que le ofrecemos tal y como se la ofrecemos, que aplique siguiendo una mecánica que le indicamos muchas veces sin esperar que comprendan los «por qué».

Basta con seguir creyendo que aprender es un proceso que solo busca la retención de la información, sin oportunidades para cuestionar, debatir, pensar, razonar, deducir, relacionar, argumentar, indagar, aportar ideas, solucionar problemas, tomar decisiones, plantear distintos enfoques, aplicar en distintos contextos. Sin oportunidades para interactuar con aquellos compañeros que nos ofrecen un nivel de reto capaz de desarrollar un pensamiento más complejo, amplio de miras, estructurado, detallado, diverso, analítico y creativo.

Basta con pensar que uno puede tener una semilla de vid en su mano, aparcarla en un rincón, y exigir que crezca y dé fruto por su propia naturaleza. Sin riego, sin un clima y un terreno adecuados, sin el cuidado de un afanado y experto agricultor, que sabe guiar y proteger su crecimiento, para que se convierta en una vid fuerte y sana, capaz, ahora sí, de dar fruto y contribuir así con su entorno.

¿Cuáles son sus necesidades de desarrollo?

Reto, reto y más reto. Pero ¿qué es el reto? ¿cómo retar? ¿qué hay que retar? El pensamiento, la capacidad de razonar de forma compleja, observar y extraer conclusiones, relacionar para encontrar nuevos usos, analizar las causas y consecuencias para entender en profundidad, generar argumentos basados en evidencias, indagar para resolver, aventurarse en lo desconocido, dudar, zozobrar, probar y errar, analizar el error, buscar nuevos recursos y nuevas formas de resolver, cooperar, interactuar para observar otros modos de pensar y otros enfoques que me ayudan a llevar mi potencial más lejos.

Pero pensar ¿sobre qué? y ¿para qué? Edward de Bono, referente en el estudio del pensamiento lógico y creativo, nos dice:

Pensar de forma crítica es un proceso más útil para el ser humano y la sociedad en su conjunto, cuando está orientado hacia un proceso creativo»

Edward de Bono. «Yo tengo razón, tú estás equivocado«. Ed. Sirio. 2016

Pero otro de los problemas de nuestro sistema educativo y de los valores que compartimos, es la confunsión que tenemos acerca del concepto de «creatividad«. Para algunos se reduce a la expresión artística, para otros a un producto final «bonito» o incluso novedoso en algún sentido, algunos lo confunden con la capacidad de generar ideas locas o inusuales con poco o ningún sentido. Y la mayoría de docentes dicen trabajar la creatividad cuando son ellos los que implican muchas horas para presentar a sus alumnos bonitas manualidades, o recursos visuales-digitales, que representan alguna idea y concepto del contenido.

La creatividad, sin embargo, es un proceso de pensamiento complejo que implica análisis y pensamiento crítico, indagación y sumergirse en los datos para comprender de forma profunda, pero no con el objetivo de repetir o reproducir lo conocido, sino con el objetivo de reinventar y proponer nuevas soluciones, útiles y adecuadas, a problemas y situaciones concretas. El objetivo es que como educadores seamos capaces de guiar ese proceso y provocar la metacognición y el autoconocimiento, para que nuestros alumnos comprendan sus propios procesos y sean así más capaces de utilizarlos en favor del desarrollo de su potencial.

Implicar creatividad significa trascender el libro de texto que limita su pensamiento por cuanto ofrece las respuestas y conclusiones como verdades incuestionables. Dejar de presentar los contenidos masticados y desglosados, como platos pre-cocinados que uno solo puede limitarse a «engullir». Implicar creatividad pasa por entender que nuestro éxito no está en cocinar recetas, por muy atractivas que éstas sean, para que «se lo coman todo», sino en convertirlos en cocineros que crean sus propios platos, jugando con los ingredientes.

Pocos alumnos tienen el privilegio de contar con un entorno semejante, especialmente en los primeros años de escuela. No pocos docentes comparten la idea de que su labor es diseñar tareas y vigilar que el alumno las ejecuta del modo previsto. Así, para muchos alumnos, el colegio no es un lugar de desarrollo personal y competencial, crecimiento interior y verdadero aprendizaje, sino un lugar en el que pronto aprenden, que hay que estar y hacer, pero no pensar. La curiosidad, la llama que enciende la motivación y pasión por aprender se va apagando curso tras curso. Nuestros pequeños, antaño devoradores de conocimiento, se van transformando en apáticos, aburridos y desmotivados jovencitos, a los que todos acusan, por no implicarse tanto cuánto debieran. O en esforzados «memorizadores» que se auto-exigen un aprendizaje que no les apasiona, dispuestos a sacrificar largas horas de entrenamiento para rendir en sus exámenes y cumplir con las expectativas.

Toca tristemente, retar estas cualidades y actitudes fuera de la escuela. Tampoco es fácil. Fuera de la escuela muchas opciones repiten la misma estructura centrada en la acción docente. Clases, incluso programas de enriquecimiento estructurados, pautados, definidos, en los que lo que importa es mostrar un resultado final «atractivo» en algún modo. Recorridos programados en los que nuestros hijos salen luciendo alguna manualidad, un póster, un videojuego o un lego…. exactamente igual que el de sus compañeros. Sesiones en las que se limitan a escuchar, asentir, obedecer, seguir instrucciones y tratar de acertar la única respuesta correcta posible, sesiones que no hacen más que aumentar su desmotivación o, cómo mínimo, anulan el desarrollo de sus fortalezas y destrezas de pensamiento, construyendo en ellos actitudes pasivas frente al aprendizaje.

Por eso, y con la ayuda de un grupo muy especial de compañeros, profesionales con experiencia en sus áreas y con una visión muy distinta a la esperada sobre cómo retar las destrezas de los más jóvenes, montamos Ikigai. La propuesta de este espacio es claro. Ofrecer a todos los alumnos, sin importar su punto de partida, un lugar de reto a sus destrezas de pensamiento, desde distintos enfoques para entroncar con sus intereses:

Dimensión Visual o artística

El arte es expresión del pensamiento. Muchas propuestas se centran únicamente en enseñar técnicas para reproducir modelos. Pero sin un lugar al que dirigirnos, la técnica carece de valor. Ro, Isabel y Sara, guían los talleres de creación visual, fotografía crítica y escritura creativa respectivamente. 3 talleres en las que pequeños y jóvenes pueden desarrollar su pasión y mejorar su técnica, pero como resultado de un proceso de pensamiento crítico y creativo, en la que tendrán que decidir cuál será su producto final, elaborarlo paso a paso, analizarlo y ofrecerlo al feedback del grupo, para crecer y mejorar.

Debate y Pensamiento

En el debate se ponen en juego todas nuestras destrezas: Observación, relación, argumentación, análisis, flexiblidad, escucha activa, deducción. Rafa, Sara, Mariano y yo misma os ofrecemos 5 opciones igual de retadoras, interactivas y divertidas: Filosofía, Lo que la Historia Oculta, MUN (United Nations Model) y Pros&Cons (Debates en inglés), y Sistema Financiero, en los que los alumnos aprenden las técnicas propias del debate, al tiempo que trabajan destrezas para un pensamiento más amplio de miras, analítico, crítico, estructurado, complejo y asertivo, analizando situaciones concretas de la historia, la construcción de nuestros sistema finaciero, los grandes problemas de la humanidad, los grandes temas filosóficos o las situaciones más peculiares que ellos mismos eligen.

Comunicación y Estrategia

Una buena comunicación exige de buenas estructuras de pensamiento. ¿Qué quiero decir? ¿Con qué objetivo? ¿Cómo decirlo para lograr estos objetivos? ¿Qué recursos tengo, cómo utilzarlos en favor de mis objetivos? La comunicación es un arte, el arte de la estrategia. Radio y Comunicación dirigidos por Rafael Cerro, y Marketing Digital, dirigido por mi, trabajan estas destrezas y ofrecen herramientas y guía para que los jóvenes desarrollen su capacidad para argumentar, persuadir, exponer, expresar, comunicar en fin sus ideas, con la misma calidad que éstas emanan.

Toma de decisiones y Funciones Ejecutivas

Bolsa (trading) o Marketing (Emprendimiento) son propuestas inusuales pero extraordinariamente adecuadas para estos jóvenes. Muchos, perfeccionistas, encuentran un entorno que les obliga a moverse, romper el bloqueo y tomar decisiones en un entorno de incertidumbre, desarrollando su intuición y valentía para seguir su instinto, siempre después de haber analizado los datos. Muchos, acostumbrados al acierto, se enfrentan a un reto en el que la primera idea, no siempre es la mejor y se obligan a ser más reflexivos y tener en cuenta más alternativas. Otros disfrutan encontrando los patrones, valorando muchas variables al mismo tiempo o dando rienda suelta al ingenio y la innovación. Para todos, un reto a sus funciones ejecutivas: planificar, persistir, rectificar, evaluar, analizar, decidir, cumplir.

Destrezas y Estrategias de Pensamiento

El taller que directamente apunta a trabajar una actitud hacia el aprendizaje que les lleve más allá de lo esperado, a buscar los por qué y los para qué, a observar desde distintos enfoques, cuestionar cada premisa, buscar conexiones y analizar su propio trabajo. Para los más pequeños será un juego en el que aprenderán a pensar y debatir, hacer mapas visuales con eficacia y cuestionar el aprendizaje (y llegan tan lejos como estos). Los más mayores abordarán retos concretos que trabajarán estrategias de aprendizaje, destrezas de pensamiento y funciones ejecutivas al mismo tiempo, dándoles herramientas y ofreciendo feedback y reflexión -metacognición- para entender sus procesos de aprendizaje y como usarlos no solo para mejorar su rendimiento académico, sino para disfrutar del aprendizaje, preparándoles para asumir con solvencia los retos de etapas superiores.

Y los alumnos de secuendaria y bachillerato prodrán trabajar esas estrategias que la primaria les negó, para afrontar estas etapas con mayor solvencia y menor desmotivación. Tomar apuntes, hacer mapas visuales, convertir las palabras en imágenes, relacionar, planificarse y darse cuenta de que su potencial no ha desaparecido, solo necesitan estrategias adecuadas para desarrollarlo.

Cualquier duda, escribe a ikigaischooling@gmail.com

(1) Fuente: The End of Average. Tood Rose. Ed. Penguin. 2015

(2) Mindset: The New Psychology of Success (Ballantine Books)

Autor: Paulina Bánfalvi Kam. La Rebelión del Talento @aacclarebelion @PaulinaBk

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