Era una madre feliz y orgullosa de mis hijos, como cualquier otra madre, hasta que una bienintencionada profesora etiquetó a mi hija mayor, «es posible que tenga altas capacidades» me dijo con una expresión temerosa por mi reacción que entonces no supe interpretar. ¡Caray! me dije.. ¡Qué emoción! ¡Qué reto! ¡Qué orgullo! .. cuando la evaluación lo confirmó, a pesar de aquella novata orientadora, muy desorientada, fue una sensación inmensamente positiva. ¡Ser inteligente es genial, sin duda! ¿Quién no quisiera serlo?
En seguida empezaron los problemas. No porque mi hija tuviera altas capacidades, en absoluto, era exactamente la misma niña, la misma alumna, que era antes de haber sido evaluada, su capacidad NO ERA EL PROBLEMA. Cambió la forma en que su entorno la percibía. Cambió lo que todos esperaban que ella fuera. Cayó sobre ella el peso de esa «etiqueta de pata negra».. Etiqueta negra que esconde al niño, su perfil, sus necesidades y que está llena de mitos, prejuicios y clichés.
Esta escuela presumía de atender a los alumnos con alta capacidad, tenían establecidos protocolos de actuación y programas de enriquecimiento. Tenían además una «orientadora especializada en altas capacidades», con un máster en «neuroeducación», que a su vez dirigía o dirige un «máster en inteligencia superior». Esta orientadora «especializada», entonces mediática e «influencer», fue alumna y colaboradora de una prestigiosa catedrática que dice investigar sobre el campo y que a su vez tenía un nivel de implicación elevado en esa cadena de centros educativos. Sus ideas, las de la catedrática, orientaban los programas de enriquecimiento dentro del centro y fuera de él (o eso vendía el centro), en un programa adicional que se ofrecía a las familias, cada sábado.
Además, qué suerte, me dije, al menos la mitad de docentes habían cursado ese famoso «máster en inteligencia superior», deduje que, sin duda, sabrían cómo responder a ese mayor desarrollo cognitivo y capacidad de aprendizaje que mi hija mostraba. ¡Nada más lejos de la realidad!
Se limitaron a actuar tal y como la normativa de entonces indicaba:
Paso 1: Más tareas… si acaba las fichas repetitivas y memorísticas antes que los demás.. ¡darle ración doble!
Paso 2: Más responsabilidad… Ponerla a recoger las tareas de los demás, a enseñar a su compañera a leer, a recoger las agendas, a pasar lista y controlar que todos estén calladitos.
Paso 3: Más exigencia…Desde que mi hija recibió su «preciada etiqueta», el error no estaba permitido. … «parece mentira que hayas fallado«.. «¿Cómo que no te lo sabes, es que no eres superdotada?«
Paso 4: Más escrutinio… Su «etiqueta» la convirtió en objeto de permanente observación. Si llora o se enfada por algo «es que no gestiona sus emociones«.. (¿Pero qué niño de 7 años lo hace?), si un día no le apetecía pasar el patio haciendo el pino, como en un momento dado se puso de moda en su centro, sino que prefería quedarse en clase leyendo un libro, «es que tiene dificultad para las relaciones sociales«… (Ojalá.. ir de cumpleaños en cumpleaños no es mi ideal para pasar los fines de semana y a esta niña le invitaban de todos los cursos y hasta de distintas etapas).. y por supuesto, el gran mantra… si no está conforme con su trabajo es que «es perfeccionista» ¿y? ¿No son perfeccionistas Nadal, Alcaráz, Carolina Marín, Pablo López, David Bisbal, Frank Sinatra, Edison, Tesla o Steve Jobs?
Paso 5: ¡A cooperar! Oh.. qué suerte de nuevo, mi colegio abrazó entonces la moda de las «metodologías activas» y el «aprendizaje cooperativo».. Y claro, los famosos agrupamientos «ABBC» en el que un alumno «A», es decir, de alto rendimiento o con etiqueta de «tu debes saber de todo«, es obligado a responsabilizarse del rendimiento de un grupo de alumnos formado por otro alumno «C», de bajo rendimiento o con necesidades de aprendizaje y dos alumnos «B», es decir, los que no encajan en ninguna de las dos etiquetas anteriores. O, peor, es obligado a hacer algo que sabe hacer solo y en un tris, partirlo en 4 trocitos y esperar a que sus compañeros acaben para hacer el trocito que le corresponde. Mi niña, por supuesto, hacía todo el trabajo y la pobrecita, qué bonita es la inocencia de los niños pequeños, se sentía orgullosa de su trabajo y me decía «ya está mamá, solo falta que mis compañeros pongan su nombre«.
Por supuesto, la desmotivación y apatía por la escuela -que no por aprender- iba inundando su día a día como una silenciosa sombra que acabó atrapándola. Dolores de todo tipo, llantos, ansiedad, tics, y un sin fin de síntomas de que aquello no estaba yendo bien. Es decir, que aunque el colegio había activado todas las medidas indicadas por la administración, nada iba bien para mi hija.
Su hermano pequeño, más práctico e igualmente inteligente, hizo una regla de tres obvia.. ¿O sea, que si en el colegio se enteran que a mi el currículo se me queda corto, me van a hacer pasar por todo lo que le han hecho pasar a mi hermana?… ¡Ni hablar!.. Yo a esconderme que paso de todas estas «actuaciones»... y así, en 2º de Primaria su conclusión fue que «Lo que mejor se me da del cole, es hacerme el tonto«. Solo que de tanto fingir, de tanto frenar su pensamiento, su impulso por aprender, su capacidad para responder e ir más allá de lo esperado.. de tanto desconectar, su capacidad para conectar se fue mitigando, tanto, que a final de curso él mismo no sabía ya cómo recuperar su brillo.
Esos cambios.. la apatía de uno, la ansiedad de la otra.. suceden tan lentamente, que cuando te das cuenta ya están encima.. y al tiempo.. suceden de forma brusca.. de un trimestre a otro.. ¡Zas! tus hijos, tan despiertos, con tanta iniciativa, con tanta pasión por aprender, con tanta «chispa», tan sonrientes, equilibrados, maduros, serenos, seguros de sí mismos y llenos de energía, ahora están llenos de tics o inmersos en la baja autoestima.
¿Pero qué ha pasado?
Pasa, ni más ni menos, que ninguno de estos agentes, desde los técnicos que diseñaron las medidas educativas y la correspondiente normativa, la catedrática que guiaba esa idea de «explotar» a los alumnos con alta capacidad, la orientadora o los tutores con su lenguaje cuestionador, actuaban guiados por la investigación. ¿Qué investigación? Este es otro melón.
Lamentablemente en España no se llevan a cabo investigaciones de calado y envergadura, en las que profesionales con recorrido y experiencia en el campo puedan hacer un seguimiento longitudinal a largo plazo y aislando diversas variables para llegar a conclusiones de valor y que puedan ser extrapolables, y menos aún debatir sus conclusiones con otros colegas. No somos un país que invierte en investigación y nuestras universidades son endogámicas y jerárquicas, esto es un hecho. Al tiempo, el personal docente universitario es requerido para investigar y publicar. Así que la mayoría de estudios se basan en muestras muy pequeñas y poco diversas y en observaciones puntuales, sin medios para aislar determinadas variables ni para replicar el estudio en distintos contextos y validar las conclusiones. Muchas carecen de grupo de control (y digo la mayoría y no todos, claro que hay muy buenos trabajos y gente muy válida).
El problema no es de ellos que responden a un contexto que no está en sus manos cambiar, sino de cómo los demás abrazamos determinadas teorías o cómo el resto extraemos conclusiones que el propio estudio no pretende, puesto que no puede plantear debido a su dimensión. Así, la educación y en especial la atención al alumnado con altas capacidades ve aumentar los mitos en lugar de aclararlos. Que si tienen «un cerebro diferente«, que si «son muy sensibles«, que si «no toman decisiones«, «no tienen tolerancia a la frustración«, o son de «pocos amigos» y la estrella del firmamento «que unos son superdotados y otros tienen alta capacidad«, y que, por tanto, necesitan de distintas respuestas, así, por que lo digo yo.
Hay investigación solvente en el campo, claro que sí. Pero no nos gusta. Y no nos gusta porque choca contra ese «pensamiento mágico» que nos lleva a creer que nuestros hijos han nacido con un «gen de oro«, en palabras del propio Renzulli. Y para demasiadas personas, parece que tener ese gen de oro es lo único que da significado a sus vidas, a su ego o a sus negocios, de ahí que lo defiendan con tanto ahínco. ¡Si hacen gala de que sus propuestas las extraen de espaldas a la ciencia!.. Y lo peor es que los demás aplaudimos, sin pensar -o sin que nos importe- las consecuencias que eso tiene para los chavales en las aulas que esperan que sus mayores cumplan con su responsabilidad y construyan un mundo en el que el talento, la capacidad, el esfuerzo, la honradez, la coherencia y el rigor marquen la diferencia.
¿Y a mí, qué más me da?
Pues sí, me importa. La proliferación de «esto es así porque yo lo digo«, sin más fuentes o argumento que «a mi me parece» o «es lo que veo en casa» o «lo ví un día escrito no sé dónde por no sé quién«, tiene consecuencias en la atención a este alumnado. Si yo tuve que luchar tanto por salvar a mis hijos de tanto mito y tanto prejuicio -que lo he hecho-, es porque otros se afanaron en construir, divulgar y dar recorrido a esos mitos. Pero yo tenía recursos. Tenía el conocimiento y el coraje, la mentalidad y la disposición y ciertos recursos materiales que me han permitido actuar para ofrecer a mis hijos un contexto en el que puedan desarrollarse sin ser cuestionados. Más aún, en un contexto de reto que ha permitido que hoy, ya casi o en la Universidad, se fijen metas a la altura de su capacidad y se sientan capaces para luchar por ellas, al tiempo que conscientes del esfuerzo y constancia que ello les implica, y que además disfruten del camino, en un contexto social en el que no tienen que ocultarse, porque el talento se aprecia, se incentiva, se reta, se impulsa, se admira y se acoge.
No todas las familias tienen esos recursos personales o materiales. Y cada vez que decimos, difundimos, compartimos o tan siquiera apoyamos con nuestros likes o seguimiento, cualquier afirmación o propuesta de respuesta sobre estos alumnos sin que esté claro el fundamento científico que lo apoya, estamos lanzando una piedra directamente sobre esos niños y niñas que están hoy en sus aulas, esperando que la sociedad por fin, comprenda y responda a sus necesidades. Lo que decimos y hacemos tiene consecuencias.
Familias, vuestro apoyo está conseguido que:
- Que se conceptualice a estos alumnos como alumnos con desequilibrios emocionales. En consecuencia, la percepción social están construyendo una idea de alumnos poco ajustados emocionalmente sin tener en cuenta que no se trata de una cuestión genética sino de una respuesta a un entorno que presiona.
- Que haya quién ya entiende que las altas capacidades tiene más que ver son «ser muy sensible», que con «ser inteligente», porque hay «formadoras» que así lo divulgan.
- Que haya profesores que se planteen que la respuesta a los alumnos con alta capacidad pasa por poner en el exámen unas preguntas más difíciles, que solo ellos pueden responder, y que les permitiría obtener un 9 o un 10. Y lo llaman evaluación multinivel, y no es más que la ocurrencia de una persona en concreto, que se convierte en «medidas a tomar en cuenta», en cuanto la subimos a un escenario a difundir su ocurrencia o aplaudimos sus reels o stories.
- O con descargarse proyectos enlatados que aplicamos cuál recetas, para lucro del inventor de turno.
- Que la inversión y esfuerzos para este alumnado, se esté orientando, no a responder a sus necesidades de aprendizaje y desarrollo, sino a programas de «gestión emocional», que pasan por un «tienes que aprender a frenarte y respetar a tus compañeros«, mandando el mensaje de «el que no encaja eres tú«…. qué importa que la psicología lleve más de un siglo insistiendo en la importancia del entorno.
- Que haya familias que estén recibiendo evaluaciones -incluso telefónicas- indicando que sus hijos tienen «Doble Excepcionalidad», o siendo evaluadas o recibiendo terapias por coachers, instragramers o mamás en paro, que hacen gala de un intrusismo profesional muy peligroso, y que para colmo venden consejos cuando no han mostrado eficacia ni guiando el desarrollo de sus propios hijos. O formen a docentes para aplicar modelos que nunca han aplicando, es más, que no estaban dispuestas a aplicar -por el esfuerzo- cuando tenían la responsabilidad de responder a sus alumnos.
- Que algunas administraciones y asociaciones -increíble la escasa gala de pensamiento crítico que hacemos-, estén contando con toda una tribu de instragramers sin más oficio que crear reels copiando ideas de unos y otros y sin más reconocimiento profesional que los likes de las redes. Preguntarles como hago yo cuando me toca coincidir con ellas y escuchar sus mensajes.. ¿de dónde sacas esa idea? … porque os contestarán lo que me contestan a mi «es lo que me pasa a mi» o «no sé, son ideas que tengo en mi cabeza», «lo he visto en las redes y lo copié«.. y olé.
Que digo yo que…
- Si quieres que los docentes se formen con rigor para que respondan de forma eficaz a tus hijos….. Predica con el ejemplo
- Si quieres que a tus hijos se les perciba con naturalidad, que sus compañeros, docentes y la sociedad en su conjunto no les vea como «bichos raros»…. No contribuyas ni des likes a las estridencias que escuchamos a diario.
- Si quieres que la administración promueva una educación en la que tu hijo o hija no tenga que renunciar a su desarrollo social en pro de su desarrollo cognitivo… No apoyes formaciones en las que continuamente nos están proponiendo un plano de «a estos sí, y al resto no»
- Si quieres que desarrollen sus fortalezas y destrezas de pensamiento crítico y creativo, no te conformes con que le saquen del aula a «aprender sobre temas de su interés», solo, sin guía y sin un objetivo de transformación, que tu hijo no es chat GPT y que acumular datos no es desarrollar su potencial.
- Si quieres que la respuesta educativa sea eficaz y no un mero entretenimiento… No vendas el bienestar de tu hijo por el falso orgullo de pertenecer a un programa «especial», en el que su rol es copiar y pegar de la wikipedia.
- Que si eres padre o madre de un niño o niña con alta capacidad, el pensamiento, el rigor, la implicación, el querer ir más allá de lo esperado, de lo fácil, de lo habitual, de lo conocido, formará parte de su vida, sus anhelos, sus inquietudes. También el análisis crítico, la búsqueda de evidencias, el interés por la ciencia y el conocimiento complejo….Apoya a tus hijos contribuyendo a construir una sociedad que desecha el mito y las ocurrencias y trabaja por la búsqueda de la verdad.
¡Gracias!


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