Cuando Paulina y yo nos planteamos qué información queremos publicar en el blog intentamos evitar que el artículo se centre en asuntos personales, ya que preferimos que lo que se cuente sea algo universal, e incite a pensar y reflexionar sobre qué significa ser de altas capacidades. En este sentido, creemos que debe aportar un gran valor, no sólo para los padres, sino también para aquellas personas que por su profesión o circunstancias, traten con estos niños y puedan comprender cómo son y cómo sienten.
Hecha esta pequeña introducción, cuento algo personal que Paulina y yo compartimos, y que mucho me temo unos cuantos estamos igual: este septiembre empezamos en un colegio nuevo.
En nuestro caso, nos vamos del que ha sido hasta ahora el colegio perfecto porque dejó de serlo al empezar Primaria. En infantil el proyecto era excepcional, pero la educación obligatoria es completamente insuficiente para estos alumnos. Este hecho, junto con el poco o nulo conocimiento del profesorado sobre cómo son estos alumnos ha sido decisivo para nuestra familia.
Es triste repetirlo hasta el aburrimiento, pero existe una mitología profundamente dañina sobre los niños de altas capacidades entre el profesorado que pasa ocho horas diarias con ellos, y esa ignorancia es el rasero por el cual deben pasar, y si el niño no pasa te dicen el famoso “es que yo no lo veo”.
El caso es que este año he tenido que afrontar en el Colegio diversas afirmaciones disparatadas sobre los niños y sus familias:
- La creatividad del niño está directamente vinculada al desempeño en dibujo creativo/artístico de la escuela (no fuera de ella).
- La obstinación de muchos padres en comparar a su hijo/alumno de alta capacidad con Leonardo da Vinci o Albert Einstein.
- El problema de los niños de altas capacidades son sus padres porque esperamos algo que ningún centro puede ofrecer.
Estas afirmaciones tan torpes son perturbadoras para los padres, y ponen a prueba su educación y su paciencia. A estas alturas de la vida, una tiene claro que todos somos mayorcitos para buscar bibliografía en la red y acudir a la biblioteca pública a documentarnos y aprender, tanto padres como profesorado, directores de centros, orientadores, psicólogos, etc. por lo que me parece totalmente imperdonable escuchar de un profesional de la educación estos comentarios. Especialmente cuando una no compara a su hijo ni con Da Vinci ni con Einstein ni pide al colegio lo imposible.
Con respecto la creatividad (el artículo de Rosabel Rodríguez es de lectura obligatoria) y las “simpáticas” comparaciones con Leonardo da Vinci y Einstein, la mayoría de los colegios tienen un grave problema para detectar y comprender en toda su amplitud qué es ser creativo porque se ciñen al concepto obsoleto del dibujo como referente, cuando está más que superado, sólo hay que documentarse un poco.
Hay una historia, como muchas otras, que nos sirven de ejemplo para comprender qué es la alta capacidad y cómo funciona la creatividad:
La primera vez que escuché Tubular Bells era muy pequeña, recuerdo que sonaba en casa muchas veces, muchos sábados por la mañana. Tubular Bells es una música extraña, hipnótica, épica, que te transporta a otra dimensión, y no ha pasado de moda… sigue teniendo el mismo efecto en la gente. Estamos hablando de un disco del año 1973 que se ha convertido en un clásico.
No es atrevido afirmar que Mike Oldfield transformó la música rock desarrollando el rock progresivo, y, a su vez, fue el fundador de la música chill out y new age, entre otros estilos.
Su historia es muy interesante: sus padres no eran músicos, su padre era aficionado a la guitarra y le compró una a los siete años. Mike no fue a clases de música, ni tuvo ningún profesor particular, ni siquiera siguió clases a distancia… Mikel Oldfield fue un auténtico autodidacta “incluso desafinaba las cuerdas totalmente y las doblaba sobre el mástil y hacía todo tipo de cosas. En cuanto me daban vacaciones en la escuela, pasaba la semana entera practicando y tocando la guitarra«. A pesar de ser extremadamente tímido, comenzó a tocar en salas de folk en Reading (su localidad natal) a los once años, y componía sus propias canciones.
Existen tres hechos llamativos en la historia de Mike Oldfield:
La primera es el ambiente que debía existir en su casa para que tres de los cuatro hermanos Oldfield se hayan dedicado a la música con mucho éxito. Al parecer los hermanos pasaban mucho tiempo solos y se refugiaban en la música.
La segunda es el hecho de que Mike abandonara la escuela con tan sólo catorce años y fundara con su hermana Sally, The Sallyangie, un dúo folk-hippie de voz y guitarra, e incluso publicaran un disco.
El tercer hecho, definitivo, es que con diecinueve años conociera a otro emprendedor, Richard Branson, que también había abandonado la escuela, en su caso a los dieciséis años, y fundara el sello Virgin Records para grabar y publicar el disco “Tubular Bells” de Oldfield, cuando la maqueta de su sinfonía fue rechazada por todas las discográficas.
El hecho es sencillo, y a su vez suicida, Branson fue el único que creyó en la idea de grabar una sinfonía compleja (con unos dieciséis instrumentos interpretados básicamente por Oldfield) de cincuenta minutos lleno de música extraña pero indudablemente bella. El resto es historia, “Tubular Bells” arrasó. Apenas dos meses después de su lanzamiento, ya era el disco más vendido del Reino Unido, hazaña que poco después se extendería a toda Europa y al resto del mundo, despachando cerca de 20 millones de copias en todo el mundo.
Mike Oldfield era un estudiante pésimo en la escuela. En sus entrevistas siempre ha rechazado la enseñanza reglada. En una personalidad como la suya se puede entender perfectamente que estuviese incómodo y a disgusto en un tipo de enseñanza como la británica de los años 50 y 60, donde se exigía quedarse quieto, memorizar y repetir para ser considerado un buen estudiante. Me imagino su mente inquieta y creadora esperando que sonara el timbre para volver a su casa con su guitarra, y poder probar y experimentar. Seguramente ningún profesor pensaría que era un tipo creativo, me juego a que le debían tener por un cero a la izquierda, porque “no lo veían”.
Me atrevo incluso a afirmar que Oldfield también tuvo suerte al no ir al Conservatorio, no me imagino lo que le hubiera dicho el profesor si hubiese visto cómo desafinaba las cuerdas y las doblaba sobre el mástil para ir probando… como mínimo se hubiese llevado unos cuantos gritos.
La enseñanza británica ha avanzado mucho, en cambio la española sigue con el mismo sistema anticuado y de espaldas a la transformación social del siglo XXI. Aquí lo que importa es lo se ve, lo aparente, la repetición de información y datos, no la esencia de la persona, ni la transformación y la conexión de las distintas ideas, eso no vale, eso no es aparente, no se ve, y si no se ve en el colegio, es que no existe.
¿Cómo quieren que florezca la creatividad en las aulas si solo lo vinculan con la destreza artística? Y en el caso de que estemos ante un talento artístico, la escuela sería incapaz de encontrarlo porque las clases de dibujo son dirigidas, y las pruebas que se pasan en las escuelas buscan superdotados, no talentos.
¿Cómo quieren que florezca cualquier otro tipo de creatividad si la escuela española se basa en la memorización y la retención de datos?
Ser creativo es romper cualquier paradigma y descubrirnos algo completamente nuevo en cualquier campo, sea en producciones artísticas, composiciones musicales, en física cuántica, en los deportes, en matemáticas, la empresa, etc. Todo ello es la creatividad, el pensamiento divergente, el pensamiento lateral, es un todo.
Cuando algunos padres explican en la escuela que a Einstein le ninguneaban en el colegio, o que Leonardo no aceptaba la enseñanza reglada y era un espíritu libre, muchos profesores dan por hecho que los padres están convencidos de tener en su casa un Leonardo o un Albert en miniatura. Creo que hay un prejuicio en el docente que no le permite entender lo que ese padre o madre le quiere explicar, a ver si nosotras lo conseguimos.
En ambos casos se trataba de personas profundamente curiosas, y muy creativas que rompieron los paradigmas establecidos en su época con valentía.
Para Leonardo fue una suerte ser hijo ilegitimo de un señor de Vinci, que se ocupó de su educación y le facilitó que se buscara un oficio sin las obligaciones que tiene ser el legítimo heredero. Evidentemente no existía la escuela, y la educación sí era personalizada, los oficios en Florencia se aprendían directamente del maestro y a pesar de ser inconformista, vivió en la época de más esplendor, talento y creatividad de la ciudad.
Su suerte estuvo vinculada a uno de los mecenas más importantes de Italia, el duque Ludovico Sforza. El hecho de que alguien adinerado creyera en su talento, y teniendo solventada la parte económica, le permitió experimentar y avanzar en todas las áreas que le interesaban. Sin embargo, su vida estuvo plagada de serias dificultades porque planteaba sus escenas pictóricas con tanta originalidad que tuvo graves problemas con la nobleza y el clero. A todo ello, se unía su perfeccionismo, que le impedía terminar gran parte de sus obras, y su infinita curiosidad en la anatomía humana, por lo que sus autopsias debían hacerse en la más estricta clandestinidad para no ser detenido y juzgado.
Einstein no tuvo tanta suerte en su paso por la enseñanza, no llevaba muy bien la rigidez del sistema educativo, y a pesar de que era un excelente estudiante en ciencias, en el resto de las asignaturas era un estudiante medio y así se lo hacían saber en su colegio ante sus impertinentes consideraciones a sus profesores.
En cambio, su familia le apoyó y le alentó para que desarrollara su talento natural en ciencias, y con tan sólo 17 años ingresó en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, probablemente el centro más importante de la Europa central para estudiar ciencias fuera de Alemania, matriculándose en la Escuela de orientación matemática y científica, con la idea de estudiar física.
Estamos seguras que nadie en su colegio tuvo la lucidez “de ver” su extraordinario potencial, y más cuando pasó a ser funcionario en la Oficina Federal de la Propiedad Intelectual de Berna porque ningún profesor de su Universidad veía ningún potencial en aquel joven físico.
En ambos casos, fueron personas que las normas de la época les hicieron sufrir, la enseñanza reglada les fue incómoda, y gracias al apoyo emocional, económico, de su entorno y su firme creencia en sí mismos les permitió seguir adelante.
Por si alguien tiene curiosidad, hay un libro imprescindible que expone cómo se desarrolló el proceso creativo de Einstein y de Picasso, y curiosamente sus procesos creativos son muy parecidos. El libro es de la Editorial Tusquets, “Einstein y Picasso: el espacio, el tiempo y los estragos de la belleza” de Arthur I.Miller.
Este libro sería útil regalárselo a algún descreído que se burla de los padres, a ver si así entiende algo.
Para nosotras, la escuela debe permitir florecer a esa persona que es todo potencial, sin miedos ni cortapisas, para ello hay que ofrecer un entorno físico y humano estimulante, donde se valoren todas las ideas, donde se estimule el ir más allá y se dé rienda suelta a todo ese talento que está esperando ser descubierto.
En cuanto a la última afirmación que he escuchado este curso, en la que consideran que el problema somos los padres al pedir atenciones que ningún colegio puede dar a nuestros hijos, puedo decir que eso no es así, que la propia Constitución ampara a las familias como los principales artífices de la educación de sus hijos, y que podemos y debemos exigir la educación adecuada para ellos.
Para nosotras, si el colegio no está dotado de voluntad, ni de reconocer que le queda mucho por aprender de las altas capacidades es absurdo esperar otro año. No, ese no es nuestro sitio, nuestros hijos no pueden esperar, son ocho horas diarias cinco días a la semana, nueve meses al año. Ellos deben ser atendidos como se merecen, estar en un entorno estimulante, con un profesorado que quiera y tenga la voluntad de ir más allá marcada firmemente por la dirección del centro.
Como padres nuestra obligación es acompañarles y ofrecerles los medios, si no son atendidos correctamente sufrirán de una dolorosa lucha interior que le hará detestar la escuela, como le pasó a Einstein o Roger Waters, o incluso la abandonaran como hicieron Mike Oldfield o Richard Branson.
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