Las 2 últimas leyes educativas instan al profesorado a promover un aprendizaje basado en el desarrollo de competencias. Esto significa que aprender debería dejar de ser sinónimo de «retener palabras y mecanizar procesos», es decir, debemos dejar de poner el foco en «cuánto contenido retiene el alumno», para poner el foco en su desarrollo personal. Hablar de desarrollo personal es hablar del desarrollo de nuestro potencial, destrezas, fortalezas, actitudes, disposición, mentalidad y autoconcepto (ver https://centrodepsicologiademadrid.es/desarrollo-personal-en-madrid/)
Una de las competencias clave que define la legislación vigente es la de «aprender a aprender». Según el Ministerio de Educación, aprender a aprender se define como :
Fundamental para el aprendizaje permanente que se produce a lo largo de la vida y que tiene lugar en distintos contextos formales, no formales e informales. Supone la habilidad para iniciar, organizar y persistir en el aprendizaje.
En cuanto a la organización y gestión del aprendizaje, la competencia para aprender a aprender (CPAA) requiere conocer y controlar los propios procesos de aprendizaje para ajustarlos a los tiempos y las demandas de las tareas y actividades que conducen al aprendizaje. La competencia de aprender a aprender desemboca en un aprendizaje cada vez más eficaz y autónomo.
Esta competencia incluye una serie de destrezas que requieren la reflexión y la toma de conciencia de los propios procesos de aprendizaje. Así, los procesos de conocimiento se convierten en objeto del conocimiento y, además, hay que aprender a ejecutarlos adecuadamente.
Aprender a Aprender incluye conocimientos sobre los procesos mentales implicados en el aprendizaje (cómo se aprende). Además, esta competencia incorpora el conocimiento que posee el estudiante sobre su propio proceso de aprendizaje que se desarrolla en tres dimensiones:
- El conocimiento que tiene acerca de lo que sabe y desconoce, de lo que es capaz de aprender, de lo que le interesa, etcétera.
- El conocimiento de la disciplina en la que se localiza la tarea de aprendizaje y el conocimiento del contenido concreto y de las demandas de la tarea misma;
- El conocimiento sobre las distintas estrategias posibles para afrontar la tarea.
Respecto a las actitudes y valores, la motivación y la confianza son cruciales para la adquisición de esta competencia. Ambas se potencian desde el planteamiento de metas realistas a corto, medio y largo plazo. Al alcanzarse las metas aumenta la percepción de auto-eficacia y la confianza, y con ello se elevan los objetivos de aprendizaje de forma progresiva. Las personas deben ser capaces de apoyarse en experiencias vitales y de aprendizaje previas con el fin de utilizar y aplicar los nuevos conocimientos y capacidades en otros contextos
Fuente: Miniterio de Educación https://educagob.educacionyfp.gob.es/curriculo/curriculo-lomce/competencias-clave/aprende.html
La ley da derecho a los estudiantes a que sus docentes les guíen y formen sobre estos procesos para convertirlos en «aprendices cada vez más autónomos y eficaces», pero la ley ni su brazo ejecutor, las administraciones autonómicas, garantizan, en ningún modo, que los docentes tengan la formación, experiencia, conocimiento, actitudes y valores requeridos para fomentar esta u otras competencias, porque ninguna administración exige estos requisitos a aquellos que contrata para guiar a nuestros hijos.
Ningún docente para aprobar sus oposiciones y obtener una plaza en el sistema educativo, ha tenido que mostrar que tiene adquiridas las competencias de aprender a aprender, sentido de iniciativa y espíritu emprendedor, pensamiento crítico o tan siquiera las de comunicación, inteligencia emocional o ejecutiva. No quiere decir que no las tengan, tan solo quiere decir que el sistema no garantiza que el 100% de los docentes a los que se exige enseñar y guiar a nuestros hijos en el desarrollo de estas destrezas, las tengan adquiridas y sepan, por tanto, guiar en ese desarrollo.
«No se esfuerza»
Como consecuencia casi me arriesgo a apostar que en todas las aulas hay al menos un alumno de los que sus profesores dicen «es listo, pero vago», «es un desastre», «no se organiza, no se acuerda de nada».
Yo he tenido uno de estos alumnos, este verano, en los talleres de destrezas de pensamiento. Recién acabado 1º de la ESO, arrastra, desde sus primeros años de escolaridad, la etiqueta de «listo pero vago», «desastre», «desorganizado», «no pone interés». Se olvida de los deberes, de las explicaciones y hasta de la mochila. De cualquier proceso y de cualquier contenido. Todas las alarmas en el centro y en la familia se habían encendido y si no fuera porque la ley ya no permite repetir curso, «hubiera repetido todos y cada uno de los que lleva cursados» (según palabras de sus profesores). Lleva años de orientador en orientador, de especialista en especialista. Han evaluado su audición, su vista, su nivel intelectual y por supuesto, su atención, el famoso TDaH. Ninguno ha sido capaz de ofrecer un diagnóstico claro, pero todos tenían claro que «le pasa algo». Para acabar de «arreglar» las cosas, su hermano mayor es laborioso y cuenta con una memoria increíble, así que, comparar es inevitable.
El primer día le pregunté ¿Cómo te ves como estudiante? -«que no valgo para estudiar»- ¿Por qué? – «por qué no soy muy listo» – ¿Quién te ha dicho eso? – «nadie, pero yo lo sé» – ¿tus padres qué te dicen? – «que soy listo, pero yo no me lo creo»- ¿Y tus profesores? – «también, pero se lo dicen a todos» – ¿Quién es listo para tí? – «Mi hermano» – ¿Por qué? – «porque saca buenas notas sin estudiar mucho» ¡PUM!
1er error: Estamos enseñando a nuestros hijos que «ser listo» es «no esforzarse». Y esta idea subyace en muchos de los problemas educativos que ninguna ley puede solucionar: Familias, profesores y alumnos compartimos una cultura en la que el esfuerzo es «cosa de tontos», en la que uno «sabe o no sabe», «puede o no puede», por razón de sus condiciones de nacimiento o familiares, pero que uno «es como es», y no hay nada que hacer.
2do error: El rendimiento está unido a la capacidad. Como consecuencia de esa mentalidad fija (Carol Dweck), el rendimiento en la escuela es responsabilidad exclusiva del alumno. Su capacidad y motivación innatas determinarán el nivel de logro. El docente, por tanto, ni tiene responsabilidad, ni capacidad, para modificar la «clasificación» de inicio del alumno.
3er error: En ese contexto, los docentes suelen focalizar sus esfuerzos en facilitar el contenido. En hacerlo más simple, llano, limitado, accesible, reconocible y previsible. Partimos de la premisa de que cada alumno tiene un límite al que puede llegar, por tanto, bajando el listón o aumentando los apoyos (pautas, guías, recorridos, etc…), conseguiremos llegar a más alumnos. Demandan así de las editoriales, libros de texto que respondan a esta premisa.
4o error: El aprendizaje se mide en términos de «acierto» y «error». El acierto no solo tiene que ser adecuado, tiene que ser preciso y exacto, fiel al texto original, y además debe mostrarse en el tiempo y modo definidos por el docente y/o el libro de texto. La escuela no es un lugar para aprender y desarrollarse, sino un concurso televisivo en el que no solo tienes que tener el conocimiento, además debes comprender el enunciado tal y como otros lo han definido y debes hacerlo en el tiempo en el que se te permite responder. Se evalúa pues 1. La velocidad de respuesta 2. La estrechez de miras, pues cuánto menos opciones, posibilidades, matices y puntos de vista manejas, más fácil te es acertar y responder en un tiempo breve.
5º error: Los alumnos construyen un sentimiento de competencia y autoestima académica en relación a premisas equivocadas. Aquellos que se sienten competentes – «acertaron» en sus primeras experiencias en el sistema educativo- se sienten capaces y, por tanto, muchos de ellos, más motivados para adaptarse, desarrollar aquellas fortalezas que el sistema premia. Aquellos que no «acertaron», quizá reciban ayuda de sus familias o del propio sistema, para desarrollar esas fortalezas que el sistema premia y poco a poco, su esfuerzo les llevará a acertar lo suficiente como para seguir en el sistema. Pero hay quienes, a pesar de acertar o de no acertar a la primera, no están interesados en encajar.
Mi alumno pertenece a este grupo. No se siente competente para la escuela, pero no le importa, o finge que no le importa. Focaliza su energía y esfuerzo en ser fiel a sí mismo, en no dejarse doblegar por un sistema que nunca ha buscado conocerle y responder a su perfil, sino que solo le ofrece recursos para amoldarse y ser uno más de tantos. Un sistema al que su individualidad no le importa.
Parece que «pasa de todo», que es feliz. Sus padres, sus profesores, y yo misma, que le conozco desde que nació, siempre diré «le irá genial en la vida, y será lo que quiera ser», porque le vemos fuerte, honesto y fiel a sí mismo, indomable, inmoldeable. Aunque en realidad, no tenemos ni idea de si esto será o no así. No sabemos qué es lo que querrá ser, y si las puertas se le abrirán o no, por falta de una titulación que, a juzgar por su trayectoria, no parece que vaya a conseguir, ni a desear.
Lo cierto es que todos estamos fallando a este alumno, y a otros muchos que, como él, tienen el valor de no traicionarse a sí mismos. No es ni mucho menos «incapaz» de aprender, ni es vago, ni pasa de todo. Lo que yo encontré, para mi propia sorpresa, fué un alumno altamente comprometido e implicado, trabajador, esforzado, valiente para asumir el riesgo de pensar para aprender, humilde para aceptar el feedback, flexible para interiorizarlo y aplicarlo y con una persistencia y perseverancia encomiables. Un alumno de mente ágil y vívida, de pensamiento complejo y divergente, analítico y creativo. Un alumno, sin duda, con una alta capacidad para razonar, relacionar, analizar, observar, extraer conclusiones y generar argumentos propios, originales y de valor.
Sus padres, al contrario de lo que sucede a lo largo del curso, ni conocían las tareas que debía hacer para el día siguiente, ni tuvieron que «ayudarle», ni recordarle sus obligaciones. A pesar de estar de vacaciones, subía de la piscina para trabajar en sus presentaciones y hacerlo con un nivel de profundidad y complejidad que ningún otro alumno antes me había presentado en estos talleres. Y eso es mucho decir, teniendo en cuenta cuántos de ellos muestran alta capacidad y alto rendimiento.
No, no es que yo tenga una varita mágica. Tampoco es que el tema fuera especialmente de su interés, la verdad es que nuestro debate giró en torno al descubrimiento de América, y ni siquiera había una «gamificación» o «vídeos» que hicieran «interesante» el «contenido». Porque no se trata de hacer interesante el contenido, sino el proceso de aprendizaje.
Mi «varita» se limita a preguntar ¿por qué? y dejar que ellos piensen. Una foto con un vikingo, un chino y un español. No es un chiste. Son los 3 pueblos que se asume llegaron al «nuevo mundo». Si los españoles fueron los últimos ¿por qué el mérito se atribuye a Cristobal Colón?
La lluvia de posibles «por qué», al principio tímida y vaga, se fue haciendo más compleja y diversa, suposiciones, hipótesis, propuestas, algunas muy agudas, otras absurdas, pero ninguna juzgada, fueron apareciendo en la pizarra, colocadas «hábilmente» en «hilos de pensamiento», impulsados por nuevos ¿por qué?, ¿en qué sentido?, ¿a qué te refieres?, ¿cómo se relaciona?, ¿puedes poner un ejemplo?, ¿y si?…..
Ellos mismos fueron clarificando sus ideas, descartando las que no tenían sentido, ampliando sus razonamientos y puntos de vista, ofreciendo mayor detalle y concreción, mientras yo seguía haciendo preguntas que les impulsaban a pensar con mayor destreza.
Tras agotar el razonamiento, llegamos a un punto en el que necesitábamos investigar un dato, una distancia, una fecha, y nos preguntamos ¿Qué tenemos que buscar? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Qué hacer con la información que encontramos? ¿Qué tipo de gráfico podemos usar para sintetizarla y presentarla? Descubrieron así la diferencia entre copiar y pegar, para llenar espacios y leer sin comprender, y leer analizando los por qué y para qué, para identificar, seleccionar, elegir, simplificar y representar, buscando la máxima sintetización posible.
Sus ojos se abrieron, sus sonrisas se alargaron. Descubrieron que su trabajo es retador. Que se les pide pensar y no copiar, comprender y no reproducir, exponer conclusiones y no leer palabras dichas por otros. Su análisis fue especialmente complejo. Pensamos juntos en todos los elementos que habrían influido (partes y el todo), y los fuimos analizando uno a uno, en una tabla (organizador gráfico), que nos permitía visualizar nuestro pensamiento. Llegamos a comparar y contrastar el nivel de desarrollo tecnológico de los navíos y armas chinas y españolas, a aprender sobre las corrientes marinas que facilitaron a los vikingos llegar a américa a pesar de su rudimentaria tecnología naviera, y que fue esto mismo junto a su declive social, lo que impidió que intentaran repetir la hazaña. Que los chinos, más desarrollados y acostumbrados a explorar el mundo, pero también, menos ávidos de colonizar y más de comerciar, justo lo mismo que les pasó a los portugueses, prefirieron centrarse en la más cercana África. Nos preguntamos entonces de dónde vendrían estas diferencias en su forma de entender las exploraciones, y volvimos a analizar las partes y el todo de su cultura. Tipo de sociedad, organización política y social, religión, alimentación, cultivos, clima, y cómo esto conforma el carácter de un pueblo, comparando y contrastando estas 3 culturas tan diferentes, pero también otras más similares, como la española y la portuguesa.
Su curiosidad no hacía más que aumentar, y no paraban de surgir preguntas, que yo nunca contestaba, entre otras cosas, porque tampoco tenía más que un indicio de respuesta y mi objetivo no es que sepan lo que yo sé, sino que se hagan preguntas y aprendan a buscar las respuestas, evaluando fuentes, analizando la información, relacionando ideas y llegando a sus propias conclusiones. Nos preguntamos cómo conservaban la comida, curaban sus enfermedades y cómo se mandaban mensajes en un mundo sin teléfono ni internet. Lo colocamos todo en una línea temporal, para observar con pausa y reflexión, cuánto tiempo llevó esta hazaña, cuán lenta fue la colonización y qué factores influyeron en ese avance y ese ritmo (vegetación, orografía, carácter de los pueblos indígenas, carácter del colonizador que llegó a cada zona, financiación, intereses, y un largo etc). Todo ello nos llevó a comprender la conquista de América, no como una serie de párrafos y datos a memorizar, sino como un largo y complejo proceso que tuvo diversas causas y múltiples consecuencias, que se extienden hasta hoy. Los acontecimientos que entonces tuvieron lugar, conforman el mapa geopolítico actual y siguen ofreciendo a nuestro país un gran potencial de oportunidades por el mero hecho de ser la 2º lengua más hablada del mundo.
Mi alumno, ese que dicen sus profesores que «pasa de todo», no dejaba de preguntar y hacerse preguntas, ¿si lo descubrió Colón, por qué se llama América?, si vivía en Lisboa, ¿por qué fué con España?, si llegaron a América Central, ¿por qué no colonizamos Norteamérica? ¿de dónde sacaban la sal? ¿por qué la sal conserva los alimentos?, he encontrado que llevamos muchas enfermedades, qué enfermedades, por qué, cómo, por qué a nosotros no nos mataban y a los indígenas sí? Sus preguntas nos permitieron enriquecer el aprendizaje de forma natural y a dispararlo en muchas direcciones diferentes, relacionándolo con otras materias, desde matemáticas a geografía, ciencias y tecnología, lengua y cultura, respondiendo a su curiosidad e intereses. También sirvieron para impulsar la implicación del resto del grupo, que se convirtió en un hervidero de preguntas, investigación y respuestas que buscaban de forma autónoma.
Así descubrieron que, un cúmulo de azares, una política de matrimonios y alianzas y el afán de expandir una cultura y religión, la recién inventada imprenta, junto a otros avances tecnológicos de la época, nos permitieron ser por un tiempo, «el imperio en el que nunca se ponía el sol». Tanto les llamó la atención esta frase, que no tardaron en sumergirse en el siglo XVI, lo que aprovechamos para trabajar mapas visuales.
Mi alumno tuvo el valor de repetir hasta 4 veces su mapa visual, llevado por un feedback concreto y específico que le guiaba no solo para indicarle cómo mejorar, sino por qué y qué procesos le han llevado a obviar ciertos detalles clave. Han pasado casi 2 meses, y al pobre, cuando le veo, le vuelvo a preguntar por el siglo XVI, y me lo sigue explicando con todo detalle, sin tener ninguna guía delante. Cada vez me lo explica de una forma, siguiendo un recorrido diferente y con distintas palabras. No busco que recite cual loro una palabras aprendidas cuyo alcance no sé si comprende, busco justo lo contrario, que más allá de los hechos, las fechas y los nombres, comprenda cómo ésto le afecta a él, al mundo que le rodea y a su futuro.
Ahora, cuando le pregunto ¿Cómo te ves como estudiante?, me dice «muy bien». ¿Cómo crees que te va a ir el nuevo curso?, me responde, «hombre si trabajo como me has dicho seguro que apruebo y hasta saco buenas notas».
Y todo esto en 2 escasas semanas. 10 sesiones de 1 hr.
Ahora que empieza el curso, ¿podemos entre todos dedicar 10 horas lectivas a nuestros alumnos para que aprendan a aprender, a pensar, a observar, analizar, razonar, relacionar, sintetizar, representar y extraer conclusiones de valor? Y cuando lo hayan hecho, ¿Podemos ofrecerles un aprendizaje basado en situaciones de reto y aprendizaje que deban solucionar por sí mismos, implicando movimientos del pensamiento favoreciendo que cada uno, llevado por sus intereses, iniciativa y perfil personal, elija el ritmo, profundidad y complejidad de su aprendizaje, impulsando con nuestra guía y feedback para que vayan más allá de lo esperado y se demuestren a sí mismos que son capaces de rendir en la escuela y disfrutar del proceso?
¿Podemos organizarnos para cumplir la ley, responder a sus necesidades, devolverles el protagonismo y la autoestima robada?
«Con la adecuada mentalidad y la adecuada enseñanza, todos somos capaces de hacer más de lo que creemos«
Carol Dweck. Growing Mindset
Lo que cualquiera puede aprender, casi todos pueden también aprenderlo… con una enseñanza adecuada
Benjamin Bloom, vía Carol Dweck, en «Growing Mindset».
Porque aprender nunca fue saber las respuestas, sino hacer las preguntas. (Ver definición de aprender de David Perkins)
Fuentes:
- «Growing Mindset» Carol Dweck. De coleccionista. 2016
- Dark Horse: Achieving Success Through the Pursuit of Fulfillment. Todd Rose y Ogi Ogas. Harper One. 2023
- Educar para un mundo cambiante. David Perkins. Ed. SM. 2017
- Making Learning Whole. David Perkins. Ed. Jossey-Bass Inc.,U.S. 2008


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