Demasiadas familias ocultan sus sospechas o certezas sobre las altas capacidades de sus hijos, tratando de evitar las reacciones de su entorno, de su familia, amigos, conocidos e incluso del centro educativo. Las miradas, la sorna, los comentarios equívocos, las dudas… consiguen alimentar nuestros miedos y dudas, y activar un equivocado instinto de protección hacia nuestros hijos que nos hace creer que mejor ocultarlo que reclamar el estímulo que necesita.
Leamos lo que una madre y maestra denuncia en este artículo https://www.notsoformulaic.com/say-not-say-meet-parents-gifted-child/:
Todos nos hemos sentido molestos cuando alguien nos hace preguntas comprometidas como:
«¿Cuánto pesas?»
«¿Qué edad tienes exactamente?»
«¿Cuál es su opinión sobre [insertar un tema controvertido continuamente en las noticias]?»
«¿Cuál es la raíz cuadrada de 5, 075?»
Sin embargo, a mi, lo que más me sobresalta es una pregunta aparentemente inocua:
«¿A qué escuela van tus hijos?»
Cuando me hacen esta pregunta, tengo que contestar que no van a ninguna, sino que son «homeschollers», que siguen sus estudios en mi casa. A esto le suele seguir una pregunta ¿por qué?. Y tengo que prepararme para sus reacciones cuando les contesto:
– «Por que mis hijos tienen altas capacidades».
Sólo pensar en las suposiciones que surgen en sus cabezas, me dan ganas de llorar.
QUÉ DECIR (Y QUÉ NO DECIR) CUANDO CONOCES A LOS PADRES DE UN NIÑO «SUPERDOTADO»
No diga: «Todos los niños tienen talento»
Cada niño es un regalo, es único e irrepetible, y esto es innegable. Cada uno de nosotros tiene áreas específicas en las que destaca y que deben ser reforzadas y alentadas. Algunos pequeños sienten pasión por la danza o las artes. Otros escalan colinas en busca del Monte Everest o acuden a clases de entrenamiento y partidos cada sábado para desarrollar su interés por el fútbol, el tenis o el baloncesto. Los hay que dedican horas de entrenamiento para desarrollar su talento musical. Hay muchos dones que podemos apreciar y valorar en todos los niños.
Pero cuando los padres de estos niños hablan de los éxitos y fortalezas de sus hijos deportistas, músicos o artistas, nunca contestamos «todos los niños tienen talento». Sin embargo, sí lo hacemos cuando alguien nos dice que su hijo tiene altas capacidades (intelectuales).
Cuando nos dicen que todos los niños tienen el mismo don, están restando relevancia a aquél que mis hijos poseen y que es su capacidad para razonar y aprender y que les lleva a sentir la misma pasión por aprender y avanzar en su aprendizaje que la que sienten aquellos otros niños que dedican las tardes y los fines de semana a disfrutar de su pasión por la música, las artes o el fútbol.
Todos los niños tienen talento. Pero no todos tienen el mismo talento. Es mucho mejor cuando reconocemos esos talentos individuales que difieren en grado y áreas o dominios.
En lugar de decir que cada niño tiene talento, diga: «Eso es genial. ¡Qué aventura te espera!»
Educar a nuestros hijos es lo que nos iguala: todos nos enfrentamos a desafíos, alegrías y lágrimas, pero todos lo hacemos por motivos y circunstancias distintas. Por eso, es mejor mostrar apoyo y comprensión a las dificultades y esfuerzos que cada padre debe realizar. Criar a un niño/a ya es lo suficientemente difícil por sí sólo como para además tener que enfrentarse a los prejuicios de las personas de tu entorno.
No diga: «¿Estás seguro de que no es autismo (Asperger, ADD, etc.)?»
Lo entiendo: los alumnos dotados resultan a veces extraños o distintos porque su desarrollo cognitivo, sus preguntas, sus comentarios, sus intereses, no encajan con lo que solemos esperar para alumnos de su edad. Mi hija mayor tiene rasgos que podrían confundirse con rasgos del espectro autista, y hay muchos momentos en los que yo misma podría decir que mis otros dos hijos podrían pasar por «criaturas de Marte».
La verdad es que los talentos intelectuales y los trastornos del espectro autista pueden existir de forma comórbida. Se llama Doble Excepcionalidad, y aproximadamente del dos al cinco por ciento de los alumnos dotados presentan doble excepcionalidad. También existe una correlación entre los niveles de alta capacidad y las peculiaridades en el comportamiento, principalmente como resultado de sensibilidades -aumento de la conciencia intelectual, emocional, física y sensorial- que pueden hacer que un niño tenga reacciones, actitudes, comportamientos o haga comentarios que nos resultan incómodos o fuera de lugar.
Pero preguntar si un niño puede tener ASD o una discapacidad de aprendizaje es ofensivo para las familias de ambos lados del «pasillo». Cuestionar el diagnóstico de un alumnos llama la atención sobre la etiqueta, no sobre el menor.
No preguntes si un niño está en el espectro. Más bien, diga: «Esa pasión (curiosidad, precocidad, etc.) la llevará lejos».
Todos los niños merecen ser animados en sus intereses, ya sea ésta típica o inusual. Reconocer este interés y animarlo revela interés allí donde éste debe colocarse, lejos de las etiquetas y centrado en el niño y sus fortalezas.
No diga: «Será porque le estimulas/exiges mucho en casa».
Si por estimularle en casa te refieres a la responsabilidad que tenemos todos los padres por darles el apoyo y herramientas necesarios para desarrollar su autoestima, su potencial, su responsabilidad, su humanidad y su educación y respeto hacia los demás, y responder a sus demandas de desarrollo en la medida y ritmo que cada niño exige, entonces sí, lo hago, como lo hacen el resto de familias.
Pero no nos sentamos en casa con tarjetas didácticas ni pasamos las tardes entrenando su memoria. Su capacidad no es fruto de nuestro entrenamiento. Su propia práctica es ya práctica suficiente. Ningún niño nace sabiéndolo todo; y los alumnos dotados se benefician de la escuela, por supuesto. Es su mayor capacidad y desarrollo intelectual, curiosidad e interés por aprender y relacionar lo que les lleva a alcanzar los hitos de aprendizaje (leer, escribir, sumar, multiplicar) de forma precoz y casi autónoma.
En lugar de asumir que hacemos un trabajo extra en casa, pregúntame: «¿Y cuáles son sus intereses en este momento?»
En mi casa, oscila entre los dinosaurios y los comportamientos de los mamíferos. Otras familias podrían estar inmersas en la historia griega o en el estudio del espacio. Hacer esta pregunta revela curiosidad genuina, un deseo de conocer no solo al niño, sino también a la dinámica familiar. Cuando preguntas sobre las pasiones de un niño, también estás abriendo puertas a los puntos comunes y las asociaciones. Todos los niños aman la experiencia práctica. Puede ser el contacto perfecto para las oportunidades en ese campo.
No diga: «Mis hijos también son de alta capacidad, pero no los quiero etiquetados. Los niños solo necesitan ser niños».
Los niños necesitan ser niños, y créanme, tampoco nos gustan las etiquetas. Sin embargo, lo que sí nos gusta es dar a nuestros hijos el espacio para ser quienes son, tener acceso a los servicios que necesitan y la estimulación que anhelan. Ser niño significa estar en desarrollo, es decir, en fase de descubrir tus potenciales, fortalezas e intereses y así construir tu autoestima y autoconcepto, tu motivación y capacidad de superación. Si ser niño no supusiera un reto a sí mismo, no enviaríamos a nuestros hijos a la escuela a aprender y los mantendríamos en guarderías de juego, ausentes de cualquier reto intelectual. La cuestión con los alumnos con alta capacidad es simplemente que el reto de la escuela no es suficiente para ellos.
Reconocer el talento intelectual de un alumno no es diferente de reconocer un talento en los deportes. Si su hijo de cinco años está constantemente persiguiendo un balón de fútbol, ¿no es lógico que busques para él oportunidades para desarrollar esa pasión e interés y un equipo en el que jugar y aprender destrezas profesionales en ese campo?. Mi hijo esta constantemente persiguiendo conocimientos sobre los dinosaurios y los mamíferos y por ello busco para él oportunidades donde pueda disfrutar de esta pasión y obtener el reto intelectual que necesita para crecer y desarrollarse.
En lugar de restarle importancia al talento de un niño, intente: «Nos encantaría salir juntos alguna vez».
La amistad puede ser difícil para las familias con hijos con talento intelectual. De alguna manera, no es diferente a criar a un niño con necesidades especiales. Las situaciones sociales pueden ser inciertas y sus oportunidades por encontrar amistades con las que compartir intereses pueden ser pocas y distantes.
Lo que nos encantaría como familias es la compañía de otros con las que poder hablar de nuestros hijos sin escondernos. Sus características no deben ser vistas como una amenaza para nadie, son un reto para sus educadores y para nosotros como padres, y las relaciones sociales y de amistad no deberían verse comprometidas por mostrar las cualidades intelectuales que les identifican.
No diga: «¡Que suerte, la escuela debe ser fácil para ellos!»
La escuela es la escuela, independientemente de las capacidades intelectuales. Presenta un conjunto único de triunfos y desafíos para cada alumno, dependiendo de su habilidad y la personalidad. Para muchas familias de alumnos con alta capacidad la escuela es una experiencia que nos mantiene en constante preocupación. Desde encontrar un círculo social apropiado que permita a nuestros hijos expresarse tal cual son, sin ocultarse o ser juzgados, hasta lograr que los docentes de cada curso ofrezcan la relación correcta de desafío y reto atendiendo a su potencial.
Algunos alumnos dotados prosperan en un ambiente escolar. Otros, francamente, no lo hacen. Para algunos es una experiencia positiva, de desarrollo personal y cognitivo, para otros una experiencia aburrida, en la que se ven obligados a esconderse y mimetizarse, a renunciar a su curiosidad, su creatividad, su afán de investigación y de desgranarlo todo.
En lugar de asumir que la escuela es fácil, pregúntese: «¿Qué opciones educativas has tomado? ¿Cómo te están yendo?
Hacer esta pregunta abre las puertas a la conversación. Le ayudará a conocerse y a formar un vínculo de respeto mutuo, el primer paso para construir amistades.
Los niños dotados son niños. ¿Nosotros los padres? Somos humanos, también.
Hagamos preguntas que fomenten la conversación, no la división.
Quiero añadir un par de preguntas que a veces también he tenido que escuchar, lamentablemente de profesionales de la educación o la psicología:
Todos los padres creen que sus hijos tienen talento (son «superdotados»)
En nuestro país apenas un 0,29% de los alumnos están identificados como alumnos con alta capacidad. 23.745 alumnos (datos del Ministerio de Educación, 2016). Esto significa que entre 162.000 familias (si atendemos al obsoleto modelo de identificación basada en el CI), y 1.183.000 (si nos basamos en el modelo de Renzulli al que tantas veces alude nuestra legislación y que tan mal interpreta), no sospechan o no creen o no tienen reconocido que sus hijos tienen alta capacidad. Con cifras tan bajas ¿Cómo es posible mantener que las altas capacidades son una «moda» o que todos los padres creen que sus hijos son «superdotados»?.
El problema es precisamente el contrario, la infra-identificación, de la que son responsables tanto el sistema educativo -por no promover procesos de identificación pro-activos- como las familias -que por falta de información, miedo, pre-juicios o vergüenza- prefieren no confirmar sus sospechas.
En lugar de banalizar esta excepcionalidad, mejor pregunta «¿Qué te hizo sospechar? ¿Qué pasos seguiste para confirmar tus sospechas? ¿Qué dificultades encontraste en el camino?»
Muchas familias perciben esta falta de aceptación hacia los alumnos con alta capacidad y sacrifican sus necesidades de desarrollo en pro de sus necesidades sociales, de aceptación y pertenencia. Para que el talento aflore y para que todos los pequeños crezcan con el derecho de ser ellos mismos y mostrarse tal cuál son, hemos de dar reconocimiento también a aquellos que destacan en áreas intelectuales, tal como lo hacemos con otros talentos.
#INCLUSIÓN también para las #AltasCapacidades
«Eso puede desaparecer, luego se normalizan»
El talento, es cierto, se pierde (no se desarrolla) por falta de oportunidades de desarrollo. Un pequeño con capacidades excepcionales para tocar el piano, no será un pianista talentoso sino encuentra, a lo largo de su desarrollo, oportunidades para aprender, trabajar y desarrollar las habilidades necesarias para convertirse en un gran pianista. Esto implica un entorno adecuado que le estimule a invertir tiempo en esta actividad. Un maestro (varios a lo largo de su desarrollo) implicado y talentoso, que sepa reconocer su potencial y trabajarlo en la forma adecuada. Una familia dispuesta a dedicar tiempo, esfuerzo y recursos en apoyar ese desarrollo. Sin todo esto, el potencial de ese niño o niña para ser un pianista talentoso y destacado se perderá.
Lo mismo pasa con aquellos niños con un potencial diferenciado para las matemáticas, la ciencia, la novela, la imágen, los patrones de comportamiento, el diseño tridimensional, la investigación, la creatividad, la ingeniería, la programación, la creación. Si su potencial no se trabaja de manera específica, no alcanzará su máximo desarrollo y no podrán aportar a nuestra sociedad, los logros e innovaciones para los que están capacitados.
Lo triste es que en lugar de que nuestra sociedad y en especial nuestra escuela centre sus esfuerzos en que esto no suceda, en realidad se enfoca para que estos alumnos «se normalicen». La falta de formación, esfuerzos e interés por una identificación precoz. La falta de acción una vez se identifican. Las respuestas orientadas a ocupar el tiempo del alumno, que evitan de forma explícita aumentar el nivel de complejidad o profundidad de los contenidos. La falta de flexibilidad en los agrupamiento, trabajos y evaluaciones. Todas estas actitudes muestran un esfuerzo fehaciente por entender la labor educativa como un proceso homogeneizador.
En lugar de expresar una profecía que tristemente se cumple tantas veces, muestra tu disposición por tratar de evitar que así sea. Si conoces oportunidades de desarrollo para ese alumno, compártelas con las familias, o estate atento a aquellas que pudieras encontrar más adelante.
Si comentas con alguien que a tu hijo le gusta cantar, disfrazarse, montar a caballo, tocar un instrumento, el golf u otro deporte, raro es que en la misma conversación tu interlocutor no mencione un amigo, familiar, o experiencia que pudiera interesarte. Si mencionas que tu hijo o hija tiene alta capacidad, la conversación se bloquea. Quizá hay que seguir explicando que eso que tanto nos dicen «necesitan ser niños» es cierto, y estamos de acuerdo en ello, por eso, por favor, tratarlos como tales, y no como seres extraños o desconocidos.
Creo que todos hemos escuchado en algún momento alguna de estas frases, y hemos podido percibir los prejuicios y recelos que esconden. Duele mucho más cuando las hemos escuchado de los tutores, maestros o profesores que atienden a nuestros hijos, porque, aunque no tengan formación en altas capacidades, de ellos esperamos la capacidad para reconocer las diferencias, el respeto por la diversidad, su papel como potenciadores del talento, el amor por el aprendizaje que debieran compartir y por ello entender en nuestros hijos, y el conocimiento de una legislación que reconoce su necesidad de un mayor reto académico, como elemento necesario y anterior para esperar de ellos un elevado rendimiento.
Por eso creemos necesario compartir situaciones y experiencias vividas por tantas familias. Reconocer que es este un problema que nos afecta a nivel mundial, pues reconocer en familias de Estados Unidos los mismos problemas y situaciones a las que nos enfrentamos aquí, nos acerca a la dimensión que alcanza la incomprensión de este colectivo. No son los docentes los responsables. Pero si tienen en sus manos transformar esta situación, mostrando otra actitud y un mayor acogimiento y reconocimiento de las necesidades de reto y desarrollo que los niños de alta capacidad requieren y, con su ejemplo, evitar que las familias sigan ocultándose.
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