A la Sra. Ministra Isabel Celaá y al Consejero de Educación de la Comunidad de Madrid, D. Enrique Ossorio Crespo
Buenas tardes, Señora Ministra, Señor Consejero.
Ayer no pude dormir porque me llamó una inspectora de educación que quiere que mi hijo repita curso, simplemente porque no reconoce el nivel competencial que tiene adquirido, porque el sistema educativo en el que lo ha adquirido no es «el español», aunque si homologado y reconocido por las autoridades educativas competentes. Me cuesta entender en qué modo las potencias y ecuaciones, cuando las estudias en un centro no español o son más fáciles, o son diferentes.
No pude dormir porque la inspectora me dijo que ella «no se metía a valorar las necesidades educativas de mis hijos, que ella simplemente me estaba contando lo que dice la normativa y que eso es lo que importa». Que además cuando le comenté que existen también otras normativas y una ley de rango superior que le insta a responder al potencial del alumno, me contesta que ella se fija en una, en esa, en la que restringe. Me quedé muy preocupada. Por mi hijo si. Y por todos los que son como él y apagan su brillo por el mazazo de una normativa.
Más me cuesta entender cómo es posible que el sistema educativo español sea de los pocos que quedan en los que avanzar al ritmo al que cada alumno le es propio esté tan penalizado y enjuiciado, y sometido a un proceso tan largo, difícil y lleno de requisitos que no tienen que ver ni con la capacidad cognitiva de un alumno ni con su nivel competencial, que desoye sus necesidades educativas y que son tan arbitrarios y están tan alejados de la investigación, como que varían de un distrito a otro.
Denunciaba además en este tweet la injusticia que se comete al establecer distintos criterios -y por tanto discriminar- según el alumno necesite un ajuste curricular por mostrar un mayor desempeño, que si lo necesita por mostrar un desempeño inferior, cuando proceden de un sistema educativo diferente del español. En este último caso, la orden 1644/2018 establece, con mucho sentido, que será el profesorado el que evalúe y tome la decisión de inmediato. Pero cuando el alumno acredita un nivel curricular superior, «en ningún caso se le adelantará de curso por encima de lo que le corresponde por edad», sino que se le matricula en el curso de su edad, y una vez allí, mientras se aburre, se marchita y desmotiva, le vamos pidiendo una evaluación, para, sí y sólo si, cumple los criterios que arbitrariamente decidimos cada curso, cada distrito, el curso siguiente pueda por fin volver a la situación que le negamos inicialmente. Supongo que como «somos el sistema educativo mejor valorado internacionalmente», es lógico que cuando un alumno promociona en un sistema británico o americano, no sea de «fiar». ¿No es inconstitucional esta discriminación de procedimientos en razón del perfil del alumno?
Quizá alguno no de crédito a esta circunstancia. Os dejo el enlace con la normativa para vuestra comprobación :https://aacclarebeliondeltalento.files.wordpress.com/2020/07/bocm-20180522-2-1.pdf
Hoy, he leído este artículo https://lahabitaciondelucia.com/para-la-ministra-de-educacion-isabel-celaa/?preview=true&frame-nonce=1e11619d08 y me he sentido tan identificada, que he pensando en escribirles a ustedes con todo mi respeto y dolor, copiando (perdóname Belén), su estructura y muchas de sus palabras. A ella le han respondido rápidamente, haciendo gala de una gran empatía y responsabilidad pública. Vamos a ver si las altas capacidades merecen igual respuesta. Empiezo
Sra Ministra, Sr Consejero:
Me gustaría que algún día pudiesen leerme y entenderme, que algún día le llegara esta carta de alguna manera.
Verá, les quería contar que tengo dos hijos:
Ella ha cumplido 14 años, escribe historias y artículos sin parar. Es muy expresiva, extrovertida, intensa, le encanta aprender, leer, el cine y sus amigas.
Él cumplirá 13 años este mes de agosto. Tiene, o mejor dicho tenía, un elevado sentido del humor y capacidad de observación, entusiasmo y curiosidad, sentido crítico y pensamiento creativo. Siempre se sale de lo estándar, de lo esperado, es (era) juguetón y alegre, divertido y humilde.
Mis dos hijos han ido juntos siempre al mismo colegio. Hemos peregrinado ya por 4 centros educativos. Nos salimos del sistema educativo español porque éste no supo responder a sus necesidades. Porque no pudimos soportar más la presión que sobre él ejercían, porque visitamos 13 colegios y en todos nos daban la misma respuesta: «el alumno tiene que entender, tiene que adaptarse, es lo que le corresponde por edad, si me lo traes, me traes un problema».
Con Sara todo ha sido relativamente fácil, todos sus profesores han observado en ella su gran capacidad para aprender, le identificaron y aceleraron desde los primeros años y, no sin luchas ni trabajo por mi parte, le retaron para desarrollar su capacidad de esfuerzo y una mentalidad de crecimiento.
Con Samuel ha pasado todo lo contrario. No ha tenido suerte con sus maestros. A pesar de su evaluación como alumno con alta capacidad, no le han retado, no han creído en él. La tónica general han sido comentarios como «como no necesitaba ayuda, reconozco que no me he ocupado de él». Simplemente, le han «aparcado». Como consecuencia de ello, ya en 2º EP me dijo que se le daba bien el colegio, porque se le daba bien hacer el tonto. Eso es lo que había aprendido tan pequeño, a fingir, a esconderse, a no destacar, porque para él, no molestar a sus maestros, siempre fue muy importante. Y cuando demostraba su potencial lógico-matemático, sentía, notaba, percibía, gracias a esa baja inhibición latente que destaca en este tipo de perfiles, que molestaba a sus maestros.
Yo no quiero que a mi hijo le saquen del aula de vez en cuando para que el primer profesor con alguna hora libre le sugiera algún proyecto para ocupar su tiempo, mientras el resto de las horas lectivas se aburre y apaga con un aprendizaje que no le reta. Tampoco quiero que por su alta capacidad tenga que trabajar más, porque cuanto más trabajo le dan de un nivel de comprensión que para él no supone ningún reto cognitivo, más dañan su autoestima, su pasión por aprender, su motivación, su sentimiento de competencia y autoconcepto.
Yo, señora Ministra, no quiero «inclusiva», porque este término se ha convertido en el sinónimo de «homogeneización». Yo, lo único que quiero es que usted construya, con ayuda de todos, una sola escuela para todos y cada uno de los alumnos y donde no quede nadie fuera. Una escuela que no pone el foco en las etiquetas, los procesos y los plazos, sino en las personas, en los alumnos y sus necesidades. Una escuela que personaliza. Donde no tengamos que depender de la suerte o buena voluntad del profesor que nos «toque», porque la educación de nuestros hijos no puede seguir siendo una «lotería» que además depende de largos procedimientos burocráticos que ponen más el foco en limitar que en responder. No quiero que nadie que no le conoce y ve a mi hijo como una simple respuesta a un test, determine cuál es el potencial y si debería o no saltarse el sagrado y poco pedagógico criterio de agrupamiento por edad que orienta nuestra legislación y normativas educativas.
Yo quiero que los profesores de mi hijo tengan la formación y la libertad para responder a sus necesidades y demandas en el momento que éstas surgen, sin tener que dilatarlas un curso porque tiene que pasar un procedimiento de dudosa calidad y siempre arbitrario (los criterios para valorar las #altascapacidades, señora Ministra, no sólo varían de una comunidad a otra, sino incluso de un distrito a otro). Señora Ministra, señor Consejero, a mi hijo la burocracia y la arbitrariedad, la obsolescencia, lentitud y rigidez de sus criterio administrativos, junto a la llamativa falta de formación le han robado la sonrisa, la curiosidad, el interés, la motivación, y hasta la autoestima. Yo, como Belén, también quiero una na escuela única sin distinción ni etiquetas. Una escuela para TODOS, que cumpla de forma tajante y sin letra pequeña, eso que dice la Ley 8/2013 para la mejora educativa:
«1. Las Administraciones educativas dispondrán los medios necesarios para que todo el alumnado alcance el máximo desarrollo personal, intelectual, social y emocional, así como los objetivos establecidos con carácter general en la presente Ley. (…)
Esa es la manera justa de reconocer la diversidad, de aprender unos de otros porque todos tenemos cosas que enseñar y aprender. Una manera justa es una sola escuela que cubra todas las necesidades y que nunca aparte a ningún alumno por ningún motivo. Y eso incluye a los alumnos con alto potencial de aprendizaje, con un desarrollo cognitivo precoz, con un pensamiento divergente, con una mayor motivación por aprender o que por cualquier otra circunstancia personal o familiar, hayan alcanzado un nivel competencial y curricular por encima del que «corresponde» a su edad. Porque la edad, sra. Ministra, sr. Consejero, no es un criterio pedagógico, ni de agrupamiento, ni de aprendizaje, lo es el perfil del alumno en cada momento de su desarrollo y a ese perfil es al que hay que ajustar la respuesta, y no al cumplimiento de plazos y procesos.
Saben, yo sueño y trabajo por esa escuela todos los días. Quisiera tan sólo que ustedes, que tienen la capacidad de hacer realidad ese sueño, lo compartieran conmigo, y con todas las familias de este país que han puesto sus esperanzas en ustedes. Un sueño muy justo que reconoce el verdadero valor de todas y cada una de las PERSONAS.
Muchas gracias.
Paulina Bánfalvi
La Rebelión del Talento
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