©℗®™ 7 Junio 2015


El niño no pinta bien, no es creativo … ¿no?

Creatividad y Pensamiento

Cuando se habla de creatividad y alta capacidad, ¿Cuántas veces imaginamos pequeños Velázquez, Da Vinci o Tintoretto? Cuántas veces los maestros nos dicen que nuestro hijo no puede tener alta capacidad, pues no es creativo, y no es creativo porque no dibuja «bien»… y ¿Qué es dibujar bien? ¿Las obras maestras de Picasso, Miró o Kandinski habrían destacado a los ojos de esta escuela que se obstina en valorar las respuestas en función de cuánto se ajustan a un canon fijo, único y que no ha sufrido cambios desde el siglo XIX?.

¿Hasta cuándo vamos a sostener, con nuestra actitud, nuestra rigidez, nuestra falta de apertura y nuestra incapacidad para mirar hacia un futuro que ya esta aquí, una cultura y una educación de respuesta única?

La creatividad no es (o no es sólamente) la capacidad de realizar bellos productos artísticos. La creatividad es un término mucho más amplio que expresa la capacidad de tener un pensamiento divergente (o pensamiento lateral en términos de Edward De Bono). Es la capacidad de dar respuestas diferentes, nuevas y útiles, la capacidad de resolver un problema de forma distinta a la usual, de buscar alternativas de respuesta igualmente válidas, pero por caminos no esperados. De mejorar o simplificar la forma de hacer las cosas. De crear nuevas estructuras ante la aparición de nuevos elementos.

El niño ingenioso, el que busca atajos en las respuestas, o responde de forma inesperada, es, a menudo, tachado de rebelde, o de vago. Sus respuestas se anulan, no por no ser válidas, sino por no responder a la esperada por el maestro.

¿Sabemos cuántos futuros genios innovadores están suspendiendo en nuestras aulas? :

La anécdota del Barómetro de Börg

Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:

«Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que éste afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente correcta. Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y yo fui el árbitro elegido. Leí la pregunta del examen:

Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro’

El estudiante había respondido: ‘lleve el barómetro a la azotea del edificio y átele una cuerda muy larga. Descuélguelo hasta la base del edificio, marque y mida. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio’.

«Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta de forma correcta. Sin embargo, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudios, obtener una nota más alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel. Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta, pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física».

«Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara. En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta:

Coja el barómetro y láncelo al suelo desde la azotea del edificio. Calcule el tiempo de caída con un cronómetro. Después, aplique la formula altura = 0,5 A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio.

En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota más alta.

«Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta. Bueno, respondió, hay muchas maneras; por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple regla de tres, obtendremos también la altura del edificio.

«Perfecto, le dije, ¿y de otra manera? Sí, contestó, éste es un procedimiento muy básico para medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya tienes la altura.

«Es un método muy directo. Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento mas sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero, y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.

En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su periodo de precisión. En fin, concluyó, existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea coger el barómetro, golpear con él la puerta de la casa del conserje y, cuando abra, decirle: ‘Señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo’.

En ese momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares). Dijo que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar».

El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica.

Romper las reglas no es malo, cuando lo que haces es más importante que la regla en sí

Kim Harrinson

Bibliografía :  http://epsc.upc.edu/projectes/usuaris/miguel.valero/materiales/docencia/EC1/material/anecdota.pdf

Autor: Paulina Bánfalvi Kam. La Rebelión del Talento @aacclarebelion @PaulinaBk

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8 respuestas a “El niño no pinta bien, no es creativo … ¿no?”

  1. Avatar de Cómo Convertir mi Escuela en un Centro para el Desarrollo del Talento (4/4) | Aa.Cc., LA REBELIÓN DEL TALENTO

    […] Interesante la anécdota de Niels Borg, Premio Nóbel de Física, suspendido varias veces por esta independencia en los procesos : El niño no pinta bien, no es creativo … ¿no? […]

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  2. Avatar de Lo mejor del 2016 (3/3) : Respuesta Educativa para el alumnado de Alta Capacidad. | Aa.Cc., LA REBELIÓN DEL TALENTO

    […] Y que no nos ocurra como a los profesores de Niel Borg, Premio Nóbel de Física, cuyos maestros estuvieron a punto de suspenderle por hacer gala de esta creatividad que le llevó a ganar tan destacado premio : El niño no pinta bien, no es creativo … ¿no? […]

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