Evgeny Kissin comenzó a tocar el piano de oído e improvisaba piezas basadas en la naturaleza a los dos años.
A los seis años, fue admitido en la Escuela de Música Gnessin, de Moscú, especial para niños superdotados.
A la edad de diez años, realizó su primer concierto tocando el Concierto para Piano k.466 de Mozart y realizó su primer recital como solista tan sólo un año después en Moscú.
A nivel internacional sorprendió cuando a la edad de doce años tocó los Conciertos 1 y 2 para Piano de Chopin en el Great Hall del Conservatorio de Moscú con la Filarmónica de Moscú bajo la batuta de Dmitri Kitaenko. Este concierto fue grabado y comercializado con un enorme éxito y dio lugar a una serie de grabaciones y LPs que dieron reconocimiento mundial a Kissin.
Con diecisiete años interpretó el Concierto n.º 1 para piano de Chaikovski, dirigido por el director de orquesta Herbert von Karajan. Y, posteriormente, realizó giras tanto por Europa como por Estados Unidos bajo la dirección de Zubin Mehta. Hoy en día, a sus cuarenta y cuatro años, está considerado como uno de los mejores concertistas de piano de todos los tiempos.
Honestamente, no creo que todas las personas conozcan a Evgeny Kissin, pero estoy convencida que la inmensa mayoría reconocerían que Kissin tiene un talento extraordinario. Pero ese talento ha necesitado forjarse a lo largo de los años.
En su infancia fue un auténtico niño prodigio, al realizar una actividad fuera de lo común para su edad, por lo que podía competir en un campo específico con los adultos y, de hecho, con una destreza mucho mayor y de forma admirable. Y en la actualidad, se le considera por todos los expertos en su campo como un auténtico genio por su admirable capacidad en transformar obras de Beethoven, Schubert, Mozart, etc. de tal manera que ha cambiado la manera de interpretar para el piano estas piezas (a quién le guste la música clásica os aconsejo que escuchéis alguna de sus interpretaciones).
Cuando cualquiera de nosotros nos “atrevemos” a contar que nuestros hijos tienen alta capacidad, un potencial mayor en algún área cognitiva, se recibe por lo general una respuesta escéptica, seguido de una sonrisa y un “sí, en mi familia también lo somos”. Cuando lo cuentas en el colegio, se recibe, también por lo general, una respuesta escéptica, seguido de una sonrisa tímida (no sea que se le escape la risa) con un “bueno, no digo que mientas, pero aquí no vemos nada distinto del resto. Es un niño promedio”.
Claro, ellos esperan un Evgeny Kissin en matemáticas, en lengua, en física y en otras tantas asignaturas… en música no, no tendría ningún valor, porque ya os podéis imaginar qué le hubiera pasado al pobre Kissin si hubiese nacido en España y no en Rusia, teniendo en cuenta el valor que se le da aquí a la Música, solo hace falta ver la LOMCE. Aunque si os parece, este tema lo dejamos para otra entrada.
A lo que voy, es completamente falsa la comparación entre “genio” y “superdotación”. De hecho, nuestra sociedad exige al superdotado actuaciones propias del genio, cuando no es así.
En general, se percibe al «superdotado» como una persona extraordinariamente precoz, solitaria, asocial, obsesiva, con unas notas muy altas y unos padres explotadores que tienen atado al peque a la silla mientras le obligan a aprender como un autómata, la traducción al lenguaje políticamente correcto sería un “Usted tiene al niño sobreestimulado” .
Nada más lejos de la realidad, los niños con alta capacidad forman un grupo muy heterogéneo y con intereses bien distintos. Aún recuerdo cuando buscaba información y leía en la red que los niños con altas capacidades se distinguían por caminar, hablar o leer de manera muy precoz… En nuestro caso, no destacó ni por andar temprano, ni por hablar muy temprano ni por leer exageradamente temprano. Pero sí destacaba por su comprensión de conceptos abstractos a los dos años; por sus sorprendentes preguntas :”mamá, ¿Por qué el espacio es tan oscuro si las estrellas brillan tanto?”, “¿El Sol rota?”, “¿Para qué sirve un Rey?¨”; por su capacidad de orientación en lugares nuevos con tan sólo 3 años; por la construcción de frases complejas en dos idiomas y su riqueza léxica; por esa asombrosa capacidad para interrelacionarlo todo; o su visión matemática.
Y lo más revelador, sus emociones, sus distintas sensibilidades a los ruidos, los sabores, los olores, su empatía, su obsesión con la muerte y su sentido de la transcendencia, la justicia, incluso el temor a ver el telediario todos los días.
Los niños con altas capacidades, si son atendidos en casa, se sentirán abiertos a preguntar, investigar y confiar en sus padres, sienten el apoyo, lo huelen. Saben que somos su mayor red para avanzar y son conscientes de que son capaces de lograr lo que se propongan porque tienen capacidad intelectual y el apoyo incondicional de sus padres.
La tercera parte contratante, es decir, el colegio es el medio por el cual ellos pueden desplegar su capacidad innata y florecer intelectualmente. Si el alumno no confía en el colegio, si siente que lo distinto no es bien visto, se disfrazará de «promedio» y se camuflará en el ambiente.
Lamentablemente, muchos profesores no han recibido la formación necesaria para poder identificar el potencial de sus alumnos, sólo serían capaces de ver prodigios, algo muy excepcional. Como dice mi amiga Rakel muy certeramente, deberían existir unas gafas especiales en los colegios para que los profesores vieran más allá del estereotipo del «niño prodigio superdotado».
Por ello, padres, expertos y asociaciones seguimos con nuestra misión de dar a conocer las características de estos alumnos, la complejidad de sus altas capacidades, alumnos que pueden brillar en nuestro país si se les dan los medios y la oportunidad real para desplegar sus alas.
¿Te mueves? #rebelionAC @aaccrebelion3 #nopisoteeslasaacc
Silvana Prats
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