El objetivo de la educación ha sido transmitir conocimiento. Y es sencillo porque hacerlo puede exponerse en libros y es fácil de comprobar ¿Es suficiente el conocimiento? Cuando un estudiante sale de la escuela, tiene que (…) tomar decisiones, opciones alternativas, planes, iniciativas… Al conocimiento básico, debemos añadirle la capacidad pensante necesaria para «hacer».
Edward de Bonno, 1990
Casi 30 años después de este planteamiento, las prioridades de nuestras políticas educativas siguen aún lejos de estimular la capacidad creadora de los alumnos, la inteligencia ejecutiva, las destrezas de pensamiento, las competencias de cooperación y comunicación. Todos estos aspectos resultan vitales para el futuro profesional y social de los niños y jóvenes que hoy desesperan en nuestras aulas, preguntándose, ¿para qué tengo que aprender ésto? ¿De qué me sirven todos estos años y esfuerzo invertidos en mi educación? Y también lo son para su desarrollo personal, pues afectan directamente a su autoestima y autoconcepto, a su capacidad para enfrentarse y superar el cambio, los riesgos y reveses de la vida, así como para cultivar una actitud de tolerancia y el sentimiento de pertenencia e inclusión, que a su vez trabajan a favor de un mayor equilibrio emocional y psíquico.
Con mucho retraso, algunos docentes empiezan a abrazar la importancia de dar oportunidades a su alumnado para desarrollar destrezas de pensamiento, como la toma de decisiones, predicción de consecuencias, identificación de causas, etc. Sin embargo, De Bono denuncia que estos modelos, con frecuencia vienen a reforzar una cultura de pensamiento limitada e ineficaz, pues modelan a los alumnos para pensar dentro de un marco conocido de lenguaje, percepciones, creencias y patrones de pensamiento, sin cuestionar éstas, lo que resulta clave para un pensamiento y desarrollo creativo. Del mismo modo practican el pensamiento como un proceso secuencial que seguiría unas pautas y ritmo comunes para todos los alumnos, sin tener en cuenta las diferencias que éstos presentan tanto en sus patrones de pensamiento y su asimetría, como en sus percepciones, creencias, perspicacia, experiencia previa, valores y disposición, entre otras. Además, muchos de estos modelos plantean un objetivo siniestro: que los alumnos alcancen una conclusión común y aceptada por todos, penalizando, estigmatizando o como mínimo, frenando la discrepancia.
Discrepar forma parte de nuestra libertad de pensamiento. Discrepar y aún así seguir respetando al «contrario», forma parte de nuestro proceso madurativo (o debería). Discrepar es la puerta hacia la creatividad de nuestras ideas, de nuestra actividad, de nuestro desarrollo, de la asertividad, de la tolerancia, de la convivencia con diferentes. Los niños deben aprender y acostumbrarse a discrepar, aprender a defender las propias ideas y acciones y respetar a quien hace lo propio con las suyas. Entre otras cosas, para que de mayores no toleren un panorama político y social como el que nosotros estamos viviendo hoy en día.
«El valor de toda conclusión depende tanto de la validez de la lógica como de la validez de las percepciones y los valores de partida»
Edward de Bono, 1990
Los valores de partida, por ejemplo, impulsados por la propaganda nazi, llevaron a toda una nación a respaldar, justificar y aprobar lo que ahora juzgamos como genocidio y aberración, y, sin embargo, no lo era a los ojos de los millones de alemanes y sus aliados en ese momento. Incluso tras la derrota, muchos dirigentes y afines al partido seguían convencidos de haber actuado por el «bien de la sociedad» y su país.
Existe pués, un peligro claro y definido que emana de enseñar a los niños que pensar adecuadamente es pensar como los demás, estar de acuerdo con las conclusiones del grupo o con aquellos que exhiben un «estatus» superior, como sus docentes o compañeros más asertivos, y aceptar sin cuestionar, los valores y percepciones de partida del grupo.
Además, Bono denuncia también las prácticas educativas que ponen el foco en la argumentación y no en el proceso creativo. Pensar de forma crítica es un proceso más útil para el ser humano y la sociedad en su conjunto cuando está orientado hacia un proceso creativo. Prima así entender que un proceso creativo debe estar tanto referido al producto como a las ideas. No es suficiente que al final se pida que los alumnos presenten un mural o hagan una presentación, si el proceso no implica destrezas de pensamiento divergente.
Por ejemplo a menudo se plantean propuestas como la de «analizar las causas de la Revolución Francesa», para lo que los alumnos deben buscarlas, normalmente en textos o fuentes predefinidas o aportadas por el docente. Se trata así de homogeneizar no sólo el punto de partida, sino la extensión, diversidad, profundidad, complejidad y punto de vista de la información que todos los alumnos comparten, sin diferencia. El trabajo de los alumnos es leer la documentación, identificar o subrayar las causas, enumerarlas, copiarlas en una ficha consensuando con el resto del grupo, para luego debatir y concluir conjuntamente cuál de ellas o qué combinación de ellas consideran más importante o el detonante principal. Esto, sin duda, mejora la capacidad del alumno para recordar y, por tanto, responder mejor en un futuro examen. También mejora su capacidad para ser un empleado poco conflictivo, pues aprenderá la «importancia» de que su pensamiento se alinee con el del resto del grupo.
Pero, ¿mejora su capacidad creativa, o ejecutiva, su capacidad para liderar, su iniciativa, su comprensión de cómo funciona el mundo? ¿le convertirá esto en un futuro transformador, en un profesional de alto valor? Analizar no sólo las causas evidentes que detonaron el levantamiento de 1789, aquellas que suelen aparecer en los libros de texto, sino las causas de las causas y las interconexiones entre ellas, y valorarlas en el contexto de valores, social, económico, e histórico de la época, es una tarea para nuestro pensamiento mucho más rica y nutritiva. Entender, por ejemplo, cómo afectó una política de matrimonios y conexiones de poder que viene siendo habitual en Europa desde el tiempo de los Godos y enlazar esto con el contexto de la UE, el sueño de una Europa unida y sus implicaciones para los ciudadanos. Preguntarse además ¿por qué se detonó en Francia y no en otro país, cuando la sequía y la falta de alimentos también estaba afectando a otros países limítrofes, ¿qué intereses ocultos o factores sociales o políticos alentaron a la población a levantarse contra el poder en Francia, mientras en otros países padecían el hambre con mayor resignación? Para después debatir entre todos ¿qué acciones podrían haberse tomado por los distintos actores para evitarla? ¿hubieran sido deseables? ¿por qué vanagloriamos esta revolución y no otras? ¿qué nos dice todo esto de cómo funciona el mundo? ¿Deberíamos cambiar algo? ¿Si es así, qué, cómo?
¿Es posible una escuela orientada al desarrollo creativo de nuestros estudiantes, manteniendo el sistema actual?
Nos encontramos tan encerrados en nuestras instituciones y estructuras como lo estamos en las creencias. Lo paradójico es que, al avanzar hacia el futuro tenemos más necesidad de cambio que nunca y, sin embargo, hay menos espacio para el cambio porque todas las posiciones están ocupadas. Confiamos tanto en la excelencia de la argumentación para el ataque y la defensa que no vemos que algo puede ser «acertado» pero resultar inadecuado dentro de un marco más amplio. Para la defensa, nos negamos a ver o aceptar este marco más amplio. No nos damos cuenta de que los razonamientos con que defendemos el argumento, carecen de los aspectos constructivos y creativos de pensamiento que tanta falta nos hacen.
Edward De Bono, 1990
Nuestro sistema educativo se asienta en pilares cuyas estructuras y modelo de organización impiden un enfoque de la educación hacia el desarrollo creativo de los alumnos, frenan un verdadero movimiento inclusivo que entienda éste como un proceso personalizador, frente a los esfuerzos «inclusivos» actuales orientados hacia la homogeneización de los alumnos.
Modificar estos pilares está en manos de nuestros líderes políticos y educativos.
¿Cuáles son los pilares de nuestro sistema educativo?
Formación: La formación de base actual de nuestros docentes, no les aporta conocimientos sólidos, amplios y, sobre todo, actualizados sobre personalización, desarrollo cognitivo, emocional y social, desarrollo y condicionantes de la motivación, cómo estimular la creatividad y el pensamiento crítico, gestión de agrupamientos, sinergias, diversidad, desarrollo del potencial y el talento, cómo construimos nuestro sentimiento de competencia y pertenencia y sus implicaciones en la construcción del yo y nuestra identidad. Sin una formación amplia y holística sobre estos conceptos, ¿cómo podrán más tarde impulsar y desarrollarlos en sus alumnos? Más aún ¿Quién forma a los formadores?
Acceso a un puesto de trabajo: El proceso de acceso a una plaza en la educación pública mide la capacidad del futuro docente para replicar lo que ya existe. Muchos postulantes se quejan de que sus intentos por proponer alternativas, propuestas diferentes, han sido penalizadas por los tribunales con comentarios como «no conozco estas propuestas, no puedo evaluar que se hayan expuesto correctamente», o «no coincide con el temario (por ejemplo en relación a temas sobre las altas capacidades que cuentan por lo general con un temario realmente obsoleto). ¿Cómo entonces los postulantes van a sentirse incentivados a indagar por sí mismos en modelos que favorezcan la personalización y el desarrollo personal y pleno de sus alumnos? El sistema de acceso al puesto de trabajo está orientado a perpetuar el modelo y penalizar la innovación, por lo que, obviamente, tiene más probabilidad de atraer e incorporar profesionales que mantienen una visión conservadora y tradicional de la educación, al menos en su punto de partida. Un sistema de puntuación que, además, anula las notas altas a favor de las bajas, lo que también promueve la mediocricidad y apoya la perpetuidad de unos valores establecidos en torno a la función docente como un mero «distribuidor» de contenidos.
Trabajar en un entorno sin conflictos: Otra queja común que esgrimen quienes intentan cambiar algo en sus aulas, es la oposición del resto de compañeros y la falta de apoyo de su dirección, por no hablar de la acción inspectora que en no pocos casos pone más el foco en identificar el nivel de conocimiento de los alumnos sobre el «hiato» y no en las estrategias de diferenciación y la satisfacción de los alumnos. Si encajar en tu puesto de trabajo depende sobre todo de que no intentes revolucionar nada, de que no se aporten ideas nuevas, de que no se haga nada diferente, de no plantear nada que suponga esfuerzo, cambios, o innovación ¿Quienes serán tan valientes y persistentes como para romper todas estas barreras, y asumir el coste personal y social que conlleva?
Motivación : Y además, ¿por qué iban a hacerlo, si al fin y al cabo, no les iba a reportar «más» beneficio que la satisfacción personal de sentirse un buen profesional, un sentimiento que no le han incentivado desde que entrara con 18 o 19 años en el mundo de la enseñanza?
¿Y los «otros», los que no aprueban las oposiciones o los que buscan un recorrido en la escuela privada? No hay grandes diferencias, nuestra escuela privada, también limitada y coartada por una inspección a las órdenes de un sistema homogeneizante que penaliza cualquier propuesta que de verdad implique una profunda transformación, no busca docentes con entidad propia, sino obreros al servicio de un modelo que educativamente replica el modelo público, tan sólo lo reviste de un uniforme que nos hace sentir «especiales» y «diferentes», incluso «mejores», pero es sólo una apariencia adornada con tablets y la diversidad de actividades deportivas y extraescolares, que poco o nada influyen en una educación diferenciada.
En general, las universidades no están equipadas, intelectualmente, para enseñar el osado pensamiento que es necesario. Las universidades absorben la masa de recursos humanos y financieros disponibles en cualquier país para el progreso intelectual. Muchos de estos recursos se desperdician en pro de la mera continuidad (…)
Edward de Bono, 1990
La creatividad es pues, fácil de «matar». Basta con controlar la formación de aquellos que serán los responsables de impulsarla, controlar los criterios de acceso a esos puestos y cargarlos de trabajo administrativo para los que, además, no se les aporta ninguna herramienta de gestión. Atrapados entre la ausencia de una formación adecuada y eficaz, la tradición de los métodos, un entorno que frena casi cualquier iniciativa y una maraña de burocracia, estándares, plazos y normativas empeñadas en limitar el marco de actuación y con una expresión enmarañada, es difícil que podamos aspirar a una educación de calidad, por mucho que los responsables políticos saquen pecho con palabras como «personalizar», «creatividad» o «innovación», mientras se limitan a cambiar las pizarras de tiza por unas digitales, a poner plaquitas de bilingüismo, BI, ABP y diversos «inking» de moda más -casi siempre mal planteadas pues se abordan con superficialidad y sin romper estructuras anteriores-, y a marearnos con plan va y plan viene.
La estructura de nuestro sistema educativo, no sólo anula o limita el desarrollo creativo de nuestros estudiantes en las aulas, también el de los docentes y los equipos directivos. Ellos deben primero liberar su potencial librándose de las barreras del sistema de valores y percepciones sobre la educación, el talento, el desarrollo y la socialización aprendidos, buscando para sí mismos un objetivo creativo diario, un paso al frente, aunque sea pequeño.
Sólo puedo concluir con un sonoro aplauso a todos aquellos docentes y centros que persisten y no se dejan frenar por tantos muros como el sistema les pone. Claro que hay decenas de iniciativas y agrupaciones de docentes que están trabajando y aportando, más allá de lo esperado, una dedicación personal encomiable. Siempre han habido docentes mejores que otros, el problema no es que no haya docentes y centros excelentes, el problema es que para la mayoría de familias encontrarse con uno es tan probable como ganar un premio en la lotería.
Sí, este sistema fue diseñado de principio a fin para matar la creatividad e inhibir el desarrollo del talento. Perfilaron hasta el último detalle para no dejar que nadie se escape. Sin embargo, siempre está en nuestras manos protagonizar una rebelión del talento, porque, en su afán por lavarse la cara, redactaron unas leyes que nos hablan de desarrollar el potencial de cada alumno al máximo, y centrarse en la creatividad y el pensamiento.
Cumplir la ley hoy, implica rebelarse contra el sistema.
#BeCreative
Bibliografía:
«Yo tengo razón, tú estás equivocado«. Ed. Sirio. Edward de Bono, 1990
«Cómo enseñar a pensar a tu hijo (Guía para padres)«. Ed. Paidós. Edward de Bono, 2010
«The Social and Emotional Development of Gifted Children, What do we know?«. Ed. PRUFROCK PR, 2015.
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