Una escuela para todos, una educación inclusiva
Salvador Rodriguez Ojaos
Dejemos las cosas claras desde el principio: una escuela que excluye es inadmisible y un sistema educativo que margina a un número considerable de niños y jóvenes es intolerable. Eso que hoy se conoce como atención a la diversidad no es otra cosa que la esencia misma de la educación. Si es excluyente, no es educación. Su propósito es que cada persona alcance su máximo desarrollo intelectual y emocional, que potencie plenamente sus habilidades y aptitudes personales y sociales.
Es una verdad fácilmente constatable que, en la escuela, los muros más difíciles de derribar no son los de piedra, sino los que están hechos de prejuicios, tópicos y miedos. En ocasiones, estos muros son levantados por los legisladores y sus leyes inadecuadas y partidistas. Otras veces, son construidos por docentes con una formación inapropiada y una actitud conservadora y conformista.
Además, la fiebre estandarizadora que están sufriendo la mayoría de los sistemas educativos está haciendo que estos muros sean cada vez más altos e infranqueables, con lo que cada vez quedan excluidos más niños y jóvenes.
Afortunadamente, en la escuela también hay personas (docentes, directores, orientadores, padres, madres…) que, en lugar de levantar muros, lo que hacen es abrir puertas y ventanas; o lo que es lo mismo, ofrecen posibilidades de aprendizaje adaptados para cada uno de los niños y jóvenes, sean como sean, sean quienes sean, provengan de donde provengan. La personalización de la educación lo que hace es dar oportunidades a aquellos alumnos que, por una u otra causa, no son “aceptados” por el sistema o no se adaptan a él.
En este contexto, es especialmente preocupante el caso de los alumnos con altas capacidades. Es este un grupo muy heterogéneo: varían en habilidades y aptitudes, varían en su nivel de dotación, varían en sus logros, no son siempre visibles ni fáciles de identificar, presentan muy diferentes características personales de personalidad y comportamiento y pueden provenir de diversos orígenes culturales, niveles socioeconómicos y ubicaciones geográficas.
Es cierto que no es fácil detectarlos, pero el problema es que aún detectándolos (incluso tempranamente) faltan formación, recursos y, en ocasiones, interés para dar una respuesta adecuada a sus características y necesidades.
Existe una falsa creencia que lamentablemente hace mucho daño: los alumnos con altas capacidades no necesitan una ayuda especial porque se valen por sí solos. Pero en realidad, sin las atenciones adecuadas (servicios, recursos, actividades…), los niños con altas capacidades tienen el riesgo de sufrir estrés psicosocial, aislamiento e incumplimiento de logros en la escuela. Y dar una respuesta adecuada para evitar que eso suceda no es elitismo, es justicia.

Salvador Rodriguez Ojaos es asesor pedagógico en el ámbito editoria, y desde su blog http://www.salvarojeducacion.com/ nos invita a reflexionar sobre la posición de la escuela actual y el cambio que es necesario abordar. Salvador es también pedagogo, formador en innovación educativa, creatividad, educación emocional y educación en valores. Puedes seguirle en @salvaroj
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