África Borges del Rosal
Universidad de La Laguna – aborges@ull.edu.es
Yo me pregunto ¿por qué hay tantos mitos y tantas creencias falsas en torno a las personas con más alta inteligencia? Y no encuentro respuesta, pero el caso es esta realidad, tener una inteligencia superior, está lleno de falsas concepciones, de generalizaciones excesivas, de creencias que no tienen nada de cierto.
No voy a entrar en todas las concepciones erróneas que se transmiten tanto de forma oral como en los diversos medios de comunicación, me voy a limitar a señalar tres aspectos recurrentes:
- Los relativos a aspectos académicos,
- Los relacionados con la adaptación personal y social y, finalmente
- Lo relativo a la actividad física.
Hay concepciones equivocadas respecto a su rendimiento: el alumnado más capaz tendrá un alto rendimiento escolar. Y ya está. Si no es así, la lógica lleva a plantearse ¿tendrá alta capacidad? Esta concepción errónea olvida algo fundamental: la inteligencia es la variable que, por sí sola, más explica del rendimiento académico, estando la relación entre inteligencia y rendimiento en alrededor de un 30%.
Aunque es muchísimo para una sola variable, queda un 70% más de variabilidad no explicada, entrando en juego otras variables, siendo las más importantes la motivación, los hábitos de estudio y el tiempo dedicado al estudio. Pues bien, el alumnado más capaz se aburre en clase, porque su ritmo de aprendizaje es mayor que el de sus pares, con lo cual las tareas le resultan repetitivas y pierden la motivación. Si a eso se suma que, al no tener retos, porque las tareas le resultan demasiado fáciles, no desarrollan hábitos de estudio, es fácil entender que su rendimiento va a ser inferior al que cabría esperar en función de su capacidad.
El segundo error en el ámbito académico es que, puesto que son tan inteligentes, no necesitan una intervención especial, ni ningún programa o atención educativa especial. Lo que he señalado como motivo de su aburrimiento, su ritmo de aprendizaje más rápido, pone en evidencia que su programa escolar debe ajustarse a su capacidad, y no al revés. A ningún otro escolar con necesidades educativas especiales se el pide que se adapte al funcionamiento de la clase.
Pero el campo abonado de los mitos está en los aspectos socioafectivos. Tanto es así que no es infrecuente que un diagnóstico de alta capacidad intelectual se convierta en un disgusto para la familia, porque los progenitores, influidos por lo que se transmite en la calle, llegan a la conclusión de que el niño o la niña con talento superior está destinado a la soledad y el aislamiento social, cuando no a problemas psicológicos medios o severos.
¿De dónde surge esta idea? Pues son varias las fuentes que la nutren pero es posible que una de las más importantes proceda de que mucho de lo que se ha recogido en la literatura sobre altas capacidades, conceptualizando sus características, no procede de estudios rigurosos y bien diseñados desde el punto de vista científico, sino que proceden de estudios clínicos, donde la persona con alta capacidad ha visitado al especialista (en psicología o psiquiatría) no porque tenga problemas con su talento, sino porque padece algún tipo de trastorno psicológico.
Y el informe científico que se publica señala un rasgo asociado: la alta inteligencia. Además de ello, la persona es alta, o rubia, o gruesa, o de una determinada raza, pero nada de eso se consigna, sólo su inteligencia, dando a entender, por ello, que el trastorno es consustancial al talento. Y con ello también se recurre a la generalización excesiva: si esta relación aparece en esta persona, con talento, se puede suponer que es extensible a todas las personas con talento.
Las últimas investigaciones ponen muy en entredicho la torpeza relacional de las personas con más talento, lo mismo que su desajuste personal y emocional.
Otro mito recurrente cae en el campo de lo físico: torpes, malos deportistas, con mala psicomotricidad. Este error tampoco se sustenta en la investigación rigurosa, es fruto, de nuevo, de la generalización excesiva: si una persona, que no es deportista, e incluso es poco hábil en el terreno físico, tiene inteligencia superior, ya está: todas las personas con talento superior son un desastre en su actividad física.
Es tiempo de combatir estos errores. Es tiempo ya de hablar alto y claro. El sinónimo de la alta capacidad no es ni trastorno psicológico, ni aislamiento, ni torpeza social, ni alumnado de sobresaliente. Es tiempo de aplicar el rigor científico para caracterizar a las personas con talento, llevando a cabo investigaciones bien realizadas, con grupos de control, con muestras numerosas, para evitar seguir llenando las páginas web que tratan de altas capacidades de listas de características que nadie ha comprobado, que no se han demostrado y que solo llevan a error.
Por ahora, lo único seguro es que las personas de alta inteligencia tienen en común una cosa: su mayor capacidad intelectual. Lo demás habrá que demostrarlo.
África Borges del Rosal es profesora titular del Área de Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la Universidad de La Laguna. Es la directora del Grupo de Trabajo e Investigación en Superdotación (http://gtisd.net), que lleva a cabo, desde 2004, el Programa Integral para Altas Capacidades (PIPAC), programa que se imparte también en las Universidades mexicanas de Guadalajara y de la Autónoma del Estado de Morelos. Es la directora de la Red Internacional de Investigación, Intervención y Evaluación en Altas Capacidades, REINEVA (reineva.gtisd.net), que agrupa a investigadores y profesionales de España, Portugal, Holanda, Italia, México y Brasil. Dirige la revista Talento, Inteligencia y Creatividad, TALINCREA (http://www.talincrea.cucs.udg.mx/), que se publica on line semestralmente.
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