©℗®™ 7 Junio 2015


«Me aburro»

Altas Capacidades y Escuela

Me aburro. Estoy aburrido. Vivo aburrido. Me aburro de aburrirme.

Todos los días me aburro. Me levanto, desayuno, me pongo el uniforme y ya estoy aburrido. Pensando en la cárcel, en ese infierno que me atormenta día y noche: el colegio.

Mis padres me prometieron que en el colegio aprendería cosas y empecé contento. De hecho, todavía, después de 10 años, empiezo cada curso contento, pensando “Este año aprenderé cosas”. Empiezo motivado “voy a aprender, voy a aprender”, pero entonces nos dan los libros de texto, los abro y ¡vaya!, es lo mismo que el año pasado, y que el anterior, y que el anterior.

Es posible que al final si consiga aprender algo nuevo, pero es tan lento, que no me doy cuenta. Es como ver crecer a los árboles. Sabes que están creciendo, pero a un ritmo tan lento que es imposible verlo a simple vista.

De hecho, ahora mismo estoy tan aburrido que, aunque tengo millones de cosas que decir sobre esto, tengo la sensación de que el colegio me adormece, me atonta, tengo que esperar unas horas después de volver del cole para despertarme y empezar otra vez a ser yo mismo y mis circunstancias, para olvidarme de lo que pasa allí y comenzar a vivir.

Es injusto que sólo se tomen medidas para los niños con dificultades de aprendizaje, yo también las tengo, pero nadie lo ve. No se si no lo ven, o no quieren verlo. Pero no actúan. Es un infierno estar en el cole pensando todo el rato: “por favor que acabe ya, por favor, que acabe ya”.

Me dicen que tengo que aprender a esforzarme, no entienden el esfuerzo que ya me supone levantarme cada día para ir al colegio, sabiendo lo que me espera. ¿Tan difícil es tomar medidas para gente como yo? Solo pido ir al cole sonriendo, con una sonrisa en la cara porque sé que ese día voy a usar mi cerebro para pensar, para deducir, porque se que me espera un nuevo día de retos en el colegio, sabiendo que así seré feliz.

Carta de N. 12 años. 1º ESO

Alumno con alta capacidad

Es difícil seguir escribiendo, añadir algo a este relato. Debería bastar con publicarlo para que todas las escuelas tomaran conciencia del abandono al que tienen sometidos a los alumnos, en especial a los más capaces. Y no deberían valer las excusas. Ni la falta de recursos, ni la falta de formación, apoyo o legislación justifican que ningún docente en ningún aula tenga alumnos que se sientan así. Excluidos. Conscientes, a pesar de su corta edad, de que sobran. Que la escuela no piensa en ellos, no los quiere, no está dispuesta a hacer nada que les haga ir, cada día, con una sonrisa.

A ellos. A los más capaces. A aquellos cuyo potencial, cuyo interés, es precisamente aprender. Es tan irónico como si dijéramos que el conservatorio no está pensado para aquellos que aman la música, que los clubs de fútbol no quieren atender a aquellos que sienten pasión por este deporte, o que las escuelas de danza deben dar la espalda precisamente a aquellos cuyo sueño es convertirse en grandes bailarines.

“Es bueno aburrirse de vez en cuando”

Los alumnos con alta capacidad se aburren en la escuela. Y se aburren siempre. Y ésto no es algo bueno. El aburrimiento continuado genera estrés y este estrés “provoca desequilibrios en el sistema inmunitario y nervioso, en nuestro ritmo cardíaco y calidad de sueño, de modo que somos más propensos a sufrir enfermedades y nos cuesta pensar con claridad (…), afecta a nuestra capacidad de trabajar bien, de escuchar, de innovar y de hacer planes de un modo eficaz”[1].

Por eso tantos alumnos con alta capacidad, aburridos curso tras curso, acaban generando diversas dolencias como dolores de cabeza y estómago, úlceras, psoriasis, aparición o aumento de alergias, constipados continuados o cuadros más graves. Puede incluso afectar a su crecimiento y desde luego afecta a su motivación, no sólo en el plano académico, sino también en otras áreas de su vida, a su rendimiento y a su estado de ánimo y humor.

La ley de Yerkes-Dodson, formulada hace ya más de un siglo, establecía la relación entre estrés y rendimiento. Hoy la neurología lo confirma mediante el análisis de los niveles de la hormona del estrés. Esta ley recoge tres estados principales: desvinculación, flujo y sobrecarga[2].

  • El aburrimiento genera desvinculación, sentimiento de exclusión. Genera una cantidad demasiado pequeña de la hormona del estrés, evitando la activación de nuestros recursos y, en consecuencia, un nivel de rendimiento bajo. En la zona de aburrimiento se produce falta de vinculación e implicación, lo que le llevará a desligarse tanto del aprendizaje como de sus compañeros. Los alumnos no se sienten inspirados, carecen de interés por las actividades que se proponen, y no están en absoluto motivados por obtener un alto desempeño. Se limitarán a hacer lo mínimo. Se demuestra que cuando la persona se aburre, su actividad cerebral es dispersa y aleatoria, la persona parece despistada.
  • El exceso de reto nos hace sentir desbordados. La sobrecarga genera un nivel tan elevado de hormonas de estrés que bloquean nuestra capacidad para rendir y aprender. De nuevo la persona se siente excluida y ajena a lo que allí está sucediendo, pero además afecta a su autoestima y su capacidad de superación. Genera rechazo hacia la actividad y un sentimiento de «no valer».
  • Existe una zona óptima que nos permite llegar a nuestro nivel de máximo rendimiento. Una zona, por descontado, personal, que responde a las características y motivación personales de cada individuo. Es la zona de flujo y motivación, en la que la persona siente máxima implicación. Todo su potencial se conecta para rendir al máximo, aprender y desarrollarse es un disfrute y genera satisfacción y el deseo de continuar y profundizar.

Los autores de esta ley lo expresan con este gráfico:

Ese nivel de reto a menudo se interpreta como una cuestión lineal, creyendo que basta con aumentar la cantidad. Pero esto no hace más que aumentar el aburrimiento y que éste además se combine con una sobrecarga, generando aún más rechazo por la escuela. Los niños con alta capacidad no anhelan tener más trabajo. No buscan hacer el doble de sumas o multiplicaciones. No es para ellos un reto escribir un párrafo mientras a sus compañeros sólo se les pide unas frases sueltas.

Hablamos de reto cuando implicamos la curiosidad, imaginación, pensamiento crítico, reto creativo, investigación, indagación, descubrir, mezclar, conectar, autonomía, responsabilidad, elección, variabilidad, preguntas que responder, problemas que resolver, incógnitas que no están resueltas.

Un docente me dijo hace poco, “puedo estar de acuerdo en que hay que motivarlos un poco, pero ¿Cuándo empiezan los niños con alta capacidad a motivarse por sí solos?”. Reconozco que la pregunta me chocó mucho pues implica no entender nada. Es como ir al médico y que te diga, de acuerdo en que yo le tengo que curar, pero ¿Cuándo va usted a curarse solo?

La respuesta es simple: Cuando les dejéis explorar el conocimiento al ritmo y con la profundidad y enfoque que ellos anhelan. Cuando ir a la escuela signifique para ellos aprender algo nuevo e interesante cada día, descubrir, jugar con el conocimiento, transformarlo, crear. Entonces ellos irán motivados a la escuela cada día. Y también lo harán todos los demás.

Porque los alumnos con alta capacidad, junto con aquellos cuyas necesidades de aprendizaje se han dado en llamar “especiales”, tan sólo son la parte más visible o más afectada de una educación que se ha simplificado y reducido tanto, que ya no motiva a nadie. Ellos tan sólo representan a esos pasajeros demasiado corpulentos para poder sentarse sin protestar en los incómodos asientos de un vuelo “lowcost”. Pero los asientos, reconozcámoslo, son incómodos para todos los pasajeros.

¿Son alumnos con necesidades educativas específicas?

“Necesidades Educativas especiales o específicas” ¿Qué implica esta denominación? Para que alguien tenga una necesidad especial, todo el resto debe tener una necesidad “homogénea”. Si hay niños con necesidades especiales, es porque creemos que “el resto”, es igual entre sí, es homogéneo, anodino, regular, norma, masa.

Cuando decimos “no voy a modificarme por 1 alumno” estamos diciendo al tiempo que no vamos a atender a ninguno, porque todos son diferentes. Todos son 1. Se reconoce entonces que se concibe la educación como un proceso de producción en masa, como un despacho de pan, como un plato de lentejas. Esto es lo que yo ofrezco y a esto te tienes que adaptar. ¿Es posible considerar la educación desde esta perspectiva? ¿Es sostenible? ¿Es tan siquiera legal?

En los años 40, las fuerzas Aéreas Norteamericanas, identificaron un grave problema. Hasta 17 pilotos de las Fuerzas Aéreas Norteamericanas se estrellaban en un día. Los ingenieros estaban seguros de que sus aviones no tenían fallos. La cúpula militar culpaba a los pilotos. Por fin, una investigación reveló el problema. Las cabinas habían sido diseñadas en 1926, y, pensaban que ahora los pilotos podrían ser más grandes. Así, tomaron más de 140 medidas diferentes de 4.063 pilotos, en la mayor muestra jamás estudiada. Calcularon los valores de rango medio para 10 dimensiones consideradas más importantes, y construyeron nuevas cabinas adaptadas a esos nuevos valores. Pero el problema persistía. Los pilotos se seguían quejando de que esas cabinas no se ajustaban a sus necesidades, y esto les impedía reaccionar con la rapidez y precisión que se requería, les impedía pilotar con eficacia.

Quisieron entonces determinar cuántos pilotos tendrían este problema, pensando que serían aquellos muy alejados de la medida. La sorpresa al revisar los datos de las medidas tomadas fue mayúscula. El nº de pilotos que se ajustaba a ese ”piloto medio” fue CERO.

Los mandos instaron a los ingenieros a buscar soluciones para permitir que las cabinas se adaptasen a cada piloto. ¡Imposible! ¡Costoso! ¡Utopía! ¡Necesitaremos muchos recursos! Fue su respuesta. Pero no había opción posible. Era una cuestión de vida o muerte. Una cuestión de seguridad nacional. Pronto los ingenieros dieron con la respuesta. Asientos regulables en altura, posición, fondo y reclinación. Volantes y palancas ajustables, espejos regulables… y de esa personalización se beneficiaron todos, y también se beneficiaron otros sectores.

Años antes Dickinson, un destacado ginecólogo y escultor, creó a “Norma” a partir del promedio de los miles de datos que había recopilado de muchas pacientes. Norma representaba a la mujer media norteamericana, por el que pronto se fascinaron muchos sectores. Se vendieron miniaturas suyas y se tomó como el ideal de mujer sana y bien formada. Los profesores de Educación física en todas las escuelas, la tomaron como el ideal al que todas las jóvenes debían converger. Sus dimensiones fueron tomadas como referencia en la educación, la religión, la salud, la moda y la estética. Parecerse a Norma se convirtió en el objetivo de todo un país.

En 1945 un periódico lanzó un concurso. La ganadora, la mujer que más se pareciera a “Norma”. Los científicos aventuraron que el concurso estaría reñido y que habría que decidirse entre las 3.864 participantes, por apenas diferencias de milímetros. La realidad fue bien distinta. Menos de 40 participantes se acercaban a al menos 5 de las 9 dimensiones consideradas, y ni siquiera la ganadora se acercó a esas 9 dimensiones. LA MUJER PROMEDIO, NO EXISTE

Sin embargo, médicos, diseñadores, educadores, y expertos en estética y salud física concluyeron que el problema era que la población no hacía el suficiente esfuerzo por estar sana y en forma. Se desarrolló entonces toda una industria orientada a “ayudar” a estas jóvenes a parecerse a Norma. Gimnasios, centros de estética, cirugía plástica, planes de adelgazamiento, corsé, fajas, postizos… se ofrecían múltiples “apoyos” a todas aquellas cuyas medidas no se parecían al ideal de mujer de la nación.  [3]

La escuela hoy puede elegir. ¿Seguimos poniendo el foco en el alumno, ofreciéndoles apoyos y medidas para que se modifiquen y se parezcan a nuestro alumno ideal, a ese alumno medio que no existe? O, ¿modificamos las estructuras y procesos con el objetivo de respetar, adaptarse y responder a las necesidades de cada alumno? ¿Respondemos con la implicación que merece un asunto de importancia vital, asumiendo el reto de la personalización, o vamos a seguir pensando que es responsabilidad del alumno que debe hacer más esfuerzos por modificarse y adaptarse?

[1] Fuente: “El cerebro y la inteligencia emocional: Nuevos descubrimientos”. Daniel Goleman. Ed. Penguin

[2] Fuente: “El cerebro y la inteligencia emocional: Nuevos descubrimientos”. Daniel Goleman. Ed. Penguin

[3] «Se acabó el promedio: Cómo tener éxito en un mundo que valora la uniformidad«. Todd Rose Ed. Harper Collins Español

Recursos para un aprendizaje retador:

“Salvar las Abejas”. Un reto Creativo Multinivel

Sin Minas no hay Paraiso. Un proyecto Multinivel, interdisciplinar.

https://yoatiendoeltalentoenelaula.wordpress.com/

Cómo acertar con el Alumnado con Alta Capacidad.

Cómo Convertir mi Escuela en un Centro para el Desarrollo del Talento (4/4)

Autor: Paulina Bánfalvi Kam. La Rebelión del Talento @aacclarebelion @PaulinaBk

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19 respuestas a “«Me aburro»”

  1. […] el artículo «Me aburro» de «La Rebelión del Talento» lo exponen tan maravillosamente bien que yo no voy a entrar en este […]

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