©℗®™ 7 Junio 2015


Cómo hacer que un niño brille

Aprender de los que tuvieron exito

Dura lección al sistema educativo

Taylor Wilson es un chico americano que con tan sólo 14 años se convirtió en la persona más joven en crear una fusión nuclear. Pero no lo hizo sólo. El esfuerzo de sus padres que lo sacrificaron todo para buscar la mejor educación para su hijo, y el apoyo de sus mentores, canalizaron su potencial y le permitieron llegar allí donde muy pocos antes habían llegado.

Tom Clynes, escribió un libro sobre su caso en el que reflexiona sobre cómo y por qué el sistema educativo americano ha retrocedido en la última década en la atención a los más capaces, para llegar a niveles muy parecidos a los de nuestro país.

La educación de los más capaces no sólo falla en España y en sus distintas Comunidades Autónomas, falla incluso en países tan comprometidos con el talento como Estados Unidos. Sin embargo, hay algo que nos genera una gran envidia, y es el reconocimiento y honestidad en sus instituciones tanto públicas como privadas de la necesidad de dar más y facilitar, a través de los mejores medios, a sus estudiantes más capaces. Este reconocimiento se realiza a nivel institucional y en los medios de comunicación estadounidenses.

¿Esta fallando el sistema educativo a sus alumnos más brillantes?

La historia de este niño que con 14 años construyó un reactor nuclear nos muestra por qué tenemos que apoyar a nuestros estudiantes más inteligentes antes de que sea demasiado tarde.

Por Tom Clynes

Nota del editor: Taylor Wilson sorprendió al mundo de la ciencia cuando, a los 14 años, se convirtió en la persona más joven de la historia en producir una fusión nuclear.

Aprender de los que

En Junio de 2015 se publicó un libro sobre Taylor —The Boy Who Played With Fusion: Extreme Science, Extreme Parenting, and How to Make a Star  (El niño que jugaba con la fusión: Ciencia extrema, Educación extrema, y cómo hacer una estrella) —escrito por Tom Clynes. Clynes comparte en este artículo los aspectos más destacados de su libro, incluyendo sus reflexiones sobre cómo ve el triste estado de la educación de las personas de altas capacidades (Gifted en inglés) en Estados Unidos (no tan distintas a cómo son en nuestro país).

Una tarde, Tiffany Wilson asomó la cabeza en el laboratorio, que su hijo de 11 años, había montado en el garaje de su casa para avisarle de que la cena estaba preparada. En ese momento, observó que en el traje de seguridad amarillo de su hijo había restos de materiales peligrosos y también observó un charco de líquido que se extendía desde un contenedor volcado por el suelo de hormigón.

– «Taylor, es hora de la cena.»

-«Voy a limpiar esto primero.»

-«Ese no es el material que nos han dicho que nos mataría si se dejaba abierto, ¿verdad?,» preguntó Tiffany

– «No lo creo», dijo Taylor. «No, para nada.»

Los padres de Taylor había visto su progresiva obsesión por la ciencia desde los cohetes y la química hasta su pasión por la física nuclear. Un año antes, angustiado por el diagnóstico de cáncer de su abuela, a Taylor se le ocurrió la idea de utilizar la fusión nuclear para producir isótopos médicos para detectar el cáncer (se iluminan las células de los tumores). Por ello, se dedicó a construir un reactor de fusión nuclear – algo que, en su momento, habían hecho sólo 10 individuos en el mundo. Tiffany y su marido, Kenneth, bromeaban a menudo diciendo que no tenían idea de dónde les había salido un hijo así. Kenneth es un embotellador de Coca-Cola, esquiador y ex jugador de fútbol. Tiffany es instructora de yoga.

-«Ninguno de nosotros tiene condenada idea sobre ciencias», señala Kenneth.

Durante meses, Taylor había estado recogiendo y experimentando con algunas cosas sumamente aterradoras. En vez de hacer lo que instintivamente harían la mayoría de los padres llevados por su “sentido común”, es decir, mantener a su hijo alejado de todo aquello que pudiera suponer un peligro para él – Tiffany y Kenneth hicieron todo lo posible para alimentar los intereses de Taylor.

Así, le conectaron con oportunidades de educación, localizaron mentores que le podrían ayudar a perseguir sus desconcertantes intereses, y le permitieron convertir el garaje de su abuela en un laboratorio de física nuclear donde hizo lotes de óxido de uranio y experimentó con elementos de transmutación.

Sin embargo, en la escuela sólo encontraba obstáculos. Ya fuera pública o privada, la zona de Texarkana (Texas) ofrecía pocas opciones para un niño como Taylor o su hermano, Joey. Ambos estaban en el 1% superior en las pruebas estandarizadas que les pasaron en el colegio. Y sin embargo, ya en séptimo grado (6º EP), Taylor pasaba la mayor parte de sus días escolares con formato «piloto automático», pasando por trabajos escolares que ya había superado de largo.

Décadas de investigación han producido muy pocas anécdotas e historias reales que apoyen la teoría de que una persona brillante siempre vence todas las vicisitudes. Los alumnos con altas capacidades cuya estimulación es baja y no reciben apoyo se aburren y se frustran, y, con frecuencia, abandonan la escuela. Dos artículos publicados en Journal of Educational Psychology señalan que estos alumnos atienden a lograr resultados académicos más bajos en comparación con compañeros con igual inteligencia pero que reciben el apoyo necesario para avanzar y acelerar su aprendizaje.

Aquellos cuyas capacidades se identifican de manera temprana, y a quienes se les da la oportunidad de desarrollar sus talentos, son los que tienen más probabilidades de convertirse en adultos creativos y realizados. Tras cuatro décadas de seguimiento, los datos demuestran que muchos de los innovadores que han transformado la sociedad, han hecho aportes al avance del conocimiento y la cultura, e, incluso, han ayudado a reinventar nuestra sociedad, están en el top del uno por ciento en la capacidad intelectual – y muchos de ellos, identificados en su adolescencia, mostraron su talento desde jóvenes.

Por ejemplo, Mark Zuckerberg y Sergey Brin participaron en un programa de verano del Center for Talented Youth (CTY), abierto, entonces, para niños en el percentil 99 en los test de inteligencia. Bill Gates y Steve Jobs también se encontraban en este percentil 99.

Los años post-Sputnik fueron la edad de oro para la educación de los más capaces en los Estados Unidos. Las políticas de educación, influenciadas por el miedo de que los soviéticos se adelantarán, consideraron a los estudiantes más brillantes como un recurso estratégico y les dieron el apoyo que necesitaban. A medida que avanzaba la Guerra Fría, todo tipo de nuevos programas surgieron para los niños de altas capacidades.

La educación para los más capaces en las escuelas públicas de Estados Unidos comenzó su largo declive después del desmembramiento de la Unión Soviética en la década de los ochenta.

En la década de 1990, la educación para los más capaces (especialmente la aceleración) se empezó a abandonar debido a las afirmaciones – que nunca estuvieron basadas en ninguna investigación – que señalaban que la aceleración dañaba socialmente a los niños con alta capacidad y les privaba de su infancia. Asimismo, investigadores como el sociólogo de Berkeley, Samuel Lucas, advirtieron de que que segregar a los estudiantes con alta capacidad podría generar más desigualdad, especialmente ligada a las etnias y clases sociales más desfavorecidas.

Los defensores de los programas específicos de educación para los alumnos con alta capacidad respondieron que esta preocupación por ser elitistas olvidaba un aspecto clave: los niños de cualquier capacidad merecen una educación que identifique y dé respuesta a sus necesidades. A pesar de ello, los programas Gifted and Talented (G&T) empezaron a decaer y, posteriormente, desaparecer, primero en los centros universitarios y luego en los distritos de todo el país.

Durante la administración de George W. Bush, una vieja reivindicación sobre los niños de bajo rendimiento o con problemas de aprendizaje ensombreció la atención a los niños con alta capacidad y los niños de alto rendimiento (al igual que otros muchos aspectos de la educación): entró en vigor en 2003 la ley “No Child Left Behind” (NCLB) (Que ningún niño se quede atrás), -curiosamente durante una administración republicana- que se apoyaba en un ideal claramente igualitario; por lo que forzó a las escuelas a reducir sus fondos para los programas de alumnos con alta capacidad a favor de los alumnos con dificultades de aprendizaje.

El gobierno de Obama ha ajustado algunos aspectos de la ley NCLB, incluyendo su nombre, pero el foco permanece en alcanzar las competencias de cada curso: «Lo llaman la carrera hacia la cima«, señala Jane Clarenbach de la National Association for Gifted Children, “pero realmente no es para los que están en el top; no se hace nada para ayudar a los alumnos con altas capacidades«.

Durante la última década, la educación especializada para los estudiantes con alta capacidad se ha estancado -hasta el punto de que es inexistente salvo para las élites económicas americanas. El interés por los alumnos académicamente precoces, y muchos de los dividendos que ellos produce, ha migrado fuera. Corea, Taiwán y Singapur son los máximo exponentes de la creación de programas innovadores para estos alumnos.

China está a medio camino con un programa que lleva ya una década vigente: «Plan Nacional de Desarrollo de Talento» cuyo objetivo es formar a jóvenes brillantes en la ciencia, la tecnología y otros campos de alta demanda.

Vietnam, -cuyo PIB per cápita es de $1910, es decir, no llega ni al 4% del PIB de EE.UU- supera ahora a los EE.UU de manera impresionante en matemáticas y ciencia.

Aunque hay excepciones brillantes, mayoritariamente en las escuelas privadas más elitistas, la tendencia es clara: en general, los educadores están fallando en cultivar a los estudiantes más prometedores. Y como consecuencia, estamos desaprovechando un recurso nacional crucial : nuestras mentes más valiosas.

Taylor fue uno de los afortunados. Por casualidad, sus padres descubrieron la Davidson Academy of Nevada, una escuela pública para alumnos con muy altas capacidades (highly gifted). La familia tomó la difícil decisión de trasladarse para que sus hijos pudieran recibir una educación acorde con sus capacidades.

Bob y Jan Davidson fundaron la Academia en 2006, sobre la premisa de que la educación de los más capaces debe ser personalizada, pero que una talla única para todos los programas no puede funcionar para todo el mundo. De esto modo, los enfoques educativos de Davidson incluyen el aprendizaje individualizado, la aceleración dirigida, la doble inscripción (los estudiantes pueden asistir a clases en la Universidad de Nevada-Reno), y la aceptación de todos los tipos de diversidad.

Por último, rodeado por sus compañeros intelectuales, Taylor fue capaz de trabajar a un ritmo acelerado – y desarrollar su potencial. A los 14 años completó un reactor que podría lanzar átomos juntos en un núcleo de plasma de 500 millones de grados, convirtiéndose en la persona más joven del planeta en lograr la fusión nuclear, el proceso que crea las estrellas. En el tiempo que había terminado el Bachillerato, Taylor había ganado la mayoría de los grandes premios en ferias científicas internacionales, completado dos charlas TED, y fue invitado a la Casa Blanca para mostrar el Presidente Obama el detector de neutrones que había diseñado para evitar que los terroristas importen armas nucleares. Actualmente, a la edad de 21 años, está creando su propia empresa e inspira a una nueva generación para asumir los retos de la ciencia.

Así que, ¿cómo podemos cambiar una cultura educativa cuyo nivel de desafío es, desde hace varias décadas, muy bajo para los niños a los que consideran, a su vez, su mayor esperanza? Las investigaciones muestran que la aceleración beneficia socialmente a los niños más capaces, ya que comparten intereses similares con los estudiantes que están más cerca de su nivel intelectual. Muchas de las intervenciones más eficaces – como el grado de omisión y la aceleración de un solo tema – no son caros, y en realidad algunas escuelas pueden ahorrar dinero. Los beneficios a largo plazo de la aceleración, especialmente en las áreas STEM, están documentadas por cientos de estudios que indican que la gran mayoría de los estudiantes acelerados se adaptan bien, tanto social como emocionalmente.

El sistema educativo de EUA, impulsado por la inercia, está tardando en aceptar la evidencia de la investigación. Algunos educadores y padres siguen creyendo que la aceleración es negativa para los niños – que socialmente les perjudicará, les privará de su infancia, o les creará lagunas en sus conocimientos.

«Nos aferramos a la idea de que todos los niños están mejor con niños de su misma edad, a pesar de décadas de investigación que afirman que los niños son más felices con otros niños de su mismo nivel intelectual con los que comparten intereses.«

Bob Davidson, Davidson academy of Nevada

«Se trata de flexibilidad«, señala David Lubinski, psicólogo de la Universidad de Vanderbilt que co-dirige el Estudio de precocidad matemática en jóvenes “se trata de dar a los alumnos pequeños más brillantes lo mismo que los alumnos mayores ya están recibiendo, simplemente se trata de dárselo antes. Tenemos que estructurar las categorías inferiores de forma más flexible, como las universidades, donde no se pregunte «¿Cuántos años tienes?», si no que pregunten ‘¿Tiene usted los requisitos?’ para acceder a cualquier programa.

Mientras los primeros programas para alumnos con alta capacidad fueron prolíficos y disponibles para los estudiantes más cualificados en todo el país, fallaron en el hecho de que aportaron muy poca investigación de calidad sobre lo que realmente funciona con los niños con alta capacidad. Paradójicamente, estos 30 años de declive en los programas G&T han coincidido con un enorme progreso académico y la comprensión de cómo podemos nutrir el mejor talento. Estas mejores prácticas se resumen en un nuevo informe del Acceleration Institute, titulado: A Nation Empowered. Este título optimista es representativo del estado de ánimo de muchos académicos: después de décadas en las sombras, la educación de los más capaces está haciendo, de hecho, su reaparición.

Y, sin embargo, es importante tener en cuenta que los beneficiarios de la última expansión de los programas G&T han sido principalmente los hijos de familias pudientes y con buena educación. Toda una industria de desarrollo de talentos se encuentra en pleno auge para aumentar las posibilidades de éxito de estos alumnos, con legiones de tutores, empresas de preparación de exámenes de admisión, y consultores. Pero no se está capacitando a toda la nación, si no más bien a una subclase de estudiantes que están en el extremo superior tanto de talento como de capacidad socioeconómica (y algunos atípicos afortunados que están agrupados en muy buenos o en muy grandes distritos escolares). Los estudiantes con altas capacidades de bajos ingresos, de zonas rurales o minoritarias todavía es poco probable que sean identificados, atendidos y obtengan los recursos necesarios para desarrollar sus prodigiosos talentos.

La historia de Taylor Wilson nos muestra las cosas buenas que pueden suceder cuando un niño excepcionalmente brillante consigue la libertad y el apoyo necesario para continuar avanzando y puede convertirse en uno de los innovadores del mañana. La historia de Taylor nos da las pistas de lo que puede pasar si promovemos un “renacimiento” a gran escala de la educación para niños de alta capacidad, basada en la investigación de expertos en educación y asequible para todos.

Con suerte, no vamos a necesitar otra Guerra Fría para crear nuevo renacimiento. No hay que atender a los alumnos con altas capacidades porque tenemos que ganar la próxima carrera armamentística o dominar la economía mundial. Debemos hacerlo porque estos alumnos necesitan nuestro apoyo, y merecen la oportunidad de alcanzar su pleno potencial, como cualquier otro estudiante. ¡Los niños de alta capacidad, tienen los mismos derechos que otros alumnos en el aula!

All images courtesy Tom Clynes and Taylor Wilson’s family.

Thanks to Stacy Abramson.

EducationEducation ReformScience

Puedes leer el artículo en inglés en el siguiente enlace: https://medium.com/bright/is-america-failing-its-brightest-stars-79721fd874df#.4pg9ojm9b

Autor: Paulina Bánfalvi Kam. La Rebelión del Talento @aacclarebelion @PaulinaBk

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9 respuestas a “Cómo hacer que un niño brille”

  1. Avatar de En busca del ideal de la igualdad (vs. Excelencia). – LA REBELIÓN DEL TALENTO

    […] por nuestra atención en los cines y en Netflix. Y las personas más inteligentes – los Taylor Wilson, los Albert Einstein, o los Elon Musk – compiten para inventar algo que cambie el mundo. […]

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